En 2009 Corey Borner era un joven jugador de fútbol americano que luchaba por dejar su huella en la escuela secundaria DeSoto, en Dallas (Texas). Sin embargo, un día de práctica su vida cambiaría por completo.
En medio del partido, Corey, de 16 años, le pidió insistente a su entrenador que lo dejará hacer 'una jugada más'. Una vez que tuvo la aprobación, entró al campo de juego y tacleó a otro jugador, pero ese golpe sería el peor que obtendría en su vida.
Una vez que cayó en la grama, Borney no pudo volver a ponerse de pie. Ante su preocupación llamó a sus compañeros de equipo para que lo auxiliaran, pues no sentía nada desde la cabeza hasta los pies.
Mientras yacía inmóvil en el campo de juego de la escuela, el jugador no dejaba de repetir 'Dios, quédate conmigo'.
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Una vez que el joven fue trasladado a la clínica, los médicos le dijeron que había sufrido una grave lesión en la médula espinal que lo dejó paralizado y que probablemente nunca volvería a caminar.
Ante la noticia, Borner estuvo devastado, sin embargo al poco tiempo reunió su voluntad y lo tomó como un desafío.
'Dijeron que apenas tenía posibilidades de caminar porque mi médula espinal estaba muy dañada. Pero estaba listo para andar. Me dije a mí mismo que estaría fuera de esta silla en poco tiempo', comentó el joven a The Washington Post.
Luego de 12 años Corey cumplió la promesa levantándose de su silla de ruedas y dando los primeros pasos con la ayuda de un traje de exoesqueleto del Instituto de Rehabilitación Baylor Scott & White.
El pasado fin de semana el exjugador cumplió un sueño más, se levantó nuevamente de su silla para cruzar el escenario en la Universidad del Norte de Texas para recibir su diploma de profesional.