El mundo asiste mañana al encuentro que protagonizarán los presidentes de EE.UU., Joe Biden, y de Rusia, Vladimir Putin, en el que tratarán temas en los que pueden dejar de lado sus diferencias, como la estabilidad estratégica y la lucha contra la pandemia, pero sobre todo de los muchos asuntos que los enfrentan, como la cibercriminalidad, la crisis de Ucrania y los derechos humanos.
Lo que los separa es mucho y el tono entre ambas potencias ha sido agresivo en los últimos meses, coincidiendo con el tiempo que lleva Joe Biden en el cargo, hasta el punto de haber tachado tácitamente de asesino a Putin en una entrevista televisiva.
Tal actitud provocó una agría respuesta del Kremlin, pero no impidió que fuese luego Biden quien llamara por teléfono a Putin para proponerle esta reunión, probablemente la única manera de encontrar un terreno común para un posible acercamiento.
La cumbre de Ginebra cierra la primera gira internacional de Biden, que le ha llevado primero a la cumbre del G7 y a reafirmar una vez más los lazos con el Reino Unido, y luego a sellar la alianza con sus socios europeos, con los que la relación se había deteriorado por las políticas unilaterales de Donald Trump.
El presidente estadounidense llegará a la ciudad suiza reforzado por la voluntad de todos sus interlocutores de los últimos días -los líderes de los países más influyentes del mundo, con la obvia excepción de China- de estrechar su relación guiados por un paquete de intereses comunes.