Centros de votación desinfectados y papeletas listas. Chile se prepara para los históricos comicios de este fin de semana, en los que serán elegidos los 155 ciudadanos que redactarán una nueva Constitución que reemplace a la actual, vigente desde la dictadura militar.
La elección se llevará en paralelo a la de alcaldes, concejales y gobernadores regionales, conformando unos macrocomicios que se desarrollarán a lo largo de dos jornadas, entre el sábado 15 y el domingo 16 de mayo, para tratar de evitar aglomeraciones por la pandemia.
Las constituyentes son unas elecciones totalmente inéditas, pues en 200 años de independencia Chile ha tenido tres Constituciones (1833, 1925 y 1980) pero ninguna redactada por una convención ciudadana elegida en votación popular.
La convención, además, contará con 17 escaños reservados para los pueblos indígenas y estará integrada a partes iguales por hombres y mujeres, algo que es inédito en el mundo y que en unos meses convertirá a Chile en el primer país en tener un texto fundamental escrito en paridad.
'Entre el sábado y el domingo no hay escrutinio. Las urnas se sellarán y serán custodiadas por las fuerzas del orden', dijo el presidente del Servicio Electoral (Servel), Andrés Tagle.
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Con un 78,2 % de los votos, Chile decidió en un histórico plebiscito el pasado 25 de octubre reemplazar la actual Constitución, foco de críticas por promover la privatización de servicios básicos y cuya derogación fue uno de los principales reclamos durante la ola de protestas de finales de 2019.
Los partidos de derecha que forman la coalición oficialista 'Chile Vamos' acudirán unidos a las elecciones con una lista única, mientras que la oposición de izquierdas no logró ponerse de acuerdo e inscribió varias listas.
También hay mucha presencia de candidatos independientes, como abogados, pensionistas, sindicalistas, feministas o académicas, lo que es una prueba 'ineludible' de la desafección hacia los políticos, según expertos.
Más de un año después del estallido, ningún partido ha conseguido capitalizar el descontento social, ni siquiera los parlamentarios juveniles que salieron de las masivas protestas de 2011.