'Mis últimas palabras siempre serán, como lo ha sido, ‘Soy un hombre inocente’', así se expresó por última vez a un medio de comunicación Ledell Lee, el 19 de abril de 2017, justo un día antes que se le administraran la inyección letal.
Lee había luchado por comprobar su inocencia durante 22 años, luego que lo sentenciaran por un crimen que no cometió. En 1993 había sido señalado de estrangular y apalear a Debra Reese, de 26 años en un suburbio de Little Rock, en Estados Unidos.
Justo antes de la ejecución, los abogados del Proyecto Inocente y la American Civil Liberties Union, habían solicitado que se realizaran las correspondientes pruebas de ADN en el arma homicida, pero esta fue denegada por el juez federal aludiendo que la sentencia se había demorado demasiado, por lo que debían proceder con la inyección.
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Sin embargo, después de cuatro años de la muerte de Ledell, los abogados revelaron que las pruebas de ADN del arma homicida, comprobaban que el hombre no había cometido el crimen.
En un comunicado a The Washington Post, Nina Morrison, una de las encargadas del proyecto, anunció que 'los resultados obtenidos 29 años después de que se recopilara la evidencia demostraron ser incompletos y parciales, pues ahora hay nuevos perfiles de ADN que no estaban disponibles durante el juicio o los procedimientos posteriores a la condena'.
Además, los encargados del Proyecto Inocente indicaron que nunca se presentó ninguna prueba física que relacionara a Lee con el asesinato de Debra Reesel, incluso las huellas dactilares del hombre no coincidían con ninguna de las recopiladas en la escena del crimen.
Según New York Times, el nuevo perfil genético se ha subido a una base de datos de criminales estadounidenses para identificar a la persona.