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Las librerías bogotanas comenzaron a resurgir durante la cuarentena con la reapertura gradual de sus tiendas físicas a pesar de las exigentes medidas de bioseguridad que tienen que implementar y a las que se suman una menor afluencia por el miedo de los clientes de salir a las calles por la pandemia.

A principios de mes, el Gobierno del presidente Iván Duque decretó que a partir del 11 de mayo se podían volver a abrir las librerías siempre y cuando cumplieran con los protocolos sanitarios de la Alcaldía, lo que demoró el regreso de la mayoría de empresas del sector hasta esta semana.

Para Camilo de Mendoza, uno de los fundadores de la Tornamesa, que reabrió el martes una de sus librerías en el barrio Chapinero, los permisos 'no han sido fáciles de implementar para nadie'.

'Tenemos que tener señalizada toda la librería, no pueden entrar más de dos o tres personas al mismo tiempo y en total podemos ser nueve, con lo que hemos tenido que reducir nóminas', explicó a Efe De Mendoza.

Añadió que ahora tienen que 'tomar la temperatura de los clientes, apuntar sus datos, tener registrada la persona que los atendió y desinfectar los libros'.

Según dijo, mucha gente ha mostrado su interés por visitarlos desde que reabrieron, especialmente 'vecinos del barrio y clientes habituales que pueden desplazarse fácil' ya que para muchos es importante 'entrar y tocar los libros, tenerlos en la mano', lo que les ha permitido tener un 'tímido flujo de gente'.

Sortear el bache con la venta en línea

Un papel desteñido anuncia en la vitrina de la librería Casa Tomada el cierre de la tienda durante unos días mientras dure el simulacro de cuarentena obligatoria que decretó del 20 al 24 de marzo la alcaldesa de Bogotá, Claudia López.

El aviso quedó desfasado rápidamente: todavía hoy continúa cerrada por la cuarentena nacional que empezó el 25 de marzo y a pesar de que sus propietarios esperaban abrir a partir del 11 de mayo les es imposible porque aún no recibieron el permiso sanitario.

La espera es menos dura gracias a las ventas en línea, una opción que ofrecían desde 2015 y gracias a la cual vendieron 530 libros en abril, con lo que superaron con crees los 50 despachados por internet de marzo.

Además, la cuarentena les ha ayudado a ser más visibles en las redes sociales, donde han organizado charlas y talleres en directo, explicó a Efe Ana María Aragón, una de sus dueñas.

'Afortunadamente la gente pensó que el encierro podía ser una oportunidad para leer', afirmó la propietaria de Casa Tomada.

En esa librería no tienen miedo de empezar una nueva normalidad, pues según su propietaria, 'la librería nunca estuvo llena, tiene capacidad para 35 personas y nunca hemos tenido grandes aglomeraciones'.

Coincidió con ella el responsable de comunicación y ventas de la librería Quevedo, Andrés Forero Corchuelo, que asumió ese cargo de forma repentina cuando bajaron las persianas de este local, que desde hace 20 años ofrece libros de segunda mano y antigüedades en Chapinero.

'Nos podemos adaptar a la situación, tenemos espacio afuera para que se haga una cola con seguridad', aseguró a Efe Forero, sobrino del dueño.

El joven también afirmó que con la venta en línea han podido 'vender centenares de libros por WhatsApp e Instagram'.

Entre los fieles mecenas que han apoyado a la librería Quevedo durante el bache por la cuarentena se encuentra el rector de la Universidad de los Andes y exministro de Salud, Alejandro Gaviria, que les compró una edición antigua de 'Los funerales de la mamá grande' de Gabriel García Márquez.

En este caso hicieron una pequeña excepción y Gaviria pudo visitar la librería como si fuese un 'amante furtivo', como explicó después en su cuenta de Instagram.