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La aplastante victoria de Boris Johnson, que deja vía libre al Brexit, implica para el primer ministro británico el riesgo de ver tambalearse la unidad del país, entre la exigencia de un nuevo referéndum soberanista en Escocia y la aspiración de una Irlanda reunificada.

En el poder desde julio pero con minoría parlamentaria, Johnson se había arriesgado a convocar comicios anticipados en diciembre, un mes oscuro y frío, poco propicio a atraer a los británicos a las urnas.

Y la jugada le salió redonda: sumando una tras otras circunscripciones tradicionalmente obreras, su Partido Conservador obtuvo 365 diputados en una cámara de 650 escaños.

'Muy decepcionados', los opositores del Partido Laborista, encabezados por Jeremy Corbyn, perdieron 59 diputados para quedarse con 203.

Los nacionalistas escoceses del SNP llegaron en tercera posición con 48 escaños de los 59 en juego en Escocia, lo que llevó a su líder Nicola Sturgeon a redoblar inmediatamente los esfuerzos por conseguir un nuevo referéndum sobre la independencia.

En cuarta posición quedaron, con 11 diputados, los centristas del Partido Liberaldemócrata, cuya líder Jo Swinson perdió su escaño tras hacer campaña prometiendo revocar el Brexit, lo que la llevó a presentar su dimisión.

El panorama escocés

Firmemente opuesta al Brexit, la jefa del gobierno autónomo escocés, la independentista Nicola Sturgeon, reafirmó su deseo a obtener una nueva consulta de autodeterminación seis años después del referéndum de 2014 en que 55% de escoceses votó por permanecer en el Reino Unido.

En las legislativas, su partido nacionalista SNP logró 48 escaños (de las 59 circunscripciones escocesas) en la Cámara de los Comunes, 13 más que en 2017.

Tras el anuncio del resultado, Sturgeon consideró que este deja a Escocia y al resto del país en 'caminos divergentes'.

La enérgica dirigente escocesa estima que 'Johnson obtuvo en esta elección un mandato para sacar a Inglaterra de la Unión Europea', pero no a Escocia. La victoria del SNP constituye 'un nuevo mandato', 'reforzado', para dar a los escoceses la palabra sobre su futuro, afirmó.

¿A punto de unirse los vecinos irlandeses?

'Estamos dejando el limbo', cuenta Orlaith McKeever, mientras se apresura a preparar la comida para la hora punta del almuerzo en el mercado de St. George, en Belfast (capital de Irlanda del Norte).

En la consulta de 2016, Irlanda del Norte reflejó en las urnas su intención de seguir formando parte del bloque comunitario europeo con casi el 56%. Desde entonces, la situación de esta provincia británica en la isla de Irlanda se ha convertido en un tema crucial en las negociaciones del Brexit con Bruselas.

La cuestión irlandesa es uno de los principales escollos de las negociaciones, ya que el establecimiento de una frontera física entre la provincia británica al norte y la república al sur pondría en tela de juicio los acuerdos de paz concertados en 1998, que pusieron fin a treinta años de disturbios entre republicanos y unionistas.

También vuelve a poner sobre la mesa la situación de Irlanda del Norte en el Reino Unido, y su posible unificación con la República de Irlanda.

En las legislativas del jueves, por primera vez desde la partición de Irlanda en 1921, los nacionalistas obtuvieron más escaños en Westminster que los partidarios de pertenecer a la corona británica.

Se trata de un 'momento histórico', dijo Mary Lou McDonald, la líder del Sinn Fein, que milita por la reunificación.

'Podemos decir que la unidad de Irlanda estará seguro en la agenda de una manera en la que nunca había estado hasta ahora', afirmó a la AFP Jamie Pow, de la Universidad de la Reina de Belfast.