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A Sixto Marrero se le pone la piel de gallina con cada aguacero. El techo de su casa fue arrasado hace dos años por el huracán María, que devastó a Puerto Rico, y fue sustituido por una lona que todavía hoy lo protege de la lluvia.

Su humilde residencia en una barriada en pleno San Juan, la capital de la isla, es una las 30.000 que tienen 'techos azules', como se conoce a los toldos que entregó la agencia federal estadounidense de emergencias FEMA para cubrir las casas que perdieron el tejado en el desastre.

'Yo estoy en una depresión. Ha habido momentos en los que he pensado que no vale la pena estar vivo, todavía a dos años, todavía, estoy sufriendo el huracán', dijo a la AFP Marrero, de 71 años y que vive de una pensión de poco más de 1.000 dólares.

Su casa, una estructura de madera con techo de zinc, tiene dos plantas. Pero tras el paso de María -que tocó Puerto Rico el 20 de septiembre de 2017 como huracán categoría 4 y dejó unos 3.000 muertos, según un estudio validado por la isla- quedó apenas la cuarta parte del tejado.

Y con las lluvias subsiguientes el agua comenzó a filtrarse a la parte baja donde vive.

'Cada vez que llueve el agua sigue entrando, porque allá arriba no hay techo. Tenemos que usar cubetas para recoger el agua. La electricidad de la casa de abajo también se dañó', describió Marrero, quien dijo no haber calificado para el programa de ayudas económicas de FEMA.

A unos 13 km de San Juan, en el costero municipio de Cataño, unas 400 residencias tienen estos techos provisionales.

Mefhivoceth Santiago, un veterano de la reserva del Ejército de Estados Unidos, lo perdió todo con el ciclón. Recibió 2.000 dólares de ayuda de FEMA, que utilizó para comprar una estufa, una nevera, lavadora, entre otros enseres.

'Vivo aquí como se puede. No es fácil, pero gracias a Dios las gotas no caen en la cama', dijo sobre las filtraciones que afectan otras partes de la casa cuando llueve. 'Cuando anunciaron el huracán (Dorian) sentí mucho miedo'.

'Ahora viene otro por ahí (Jerry, tormenta tropical), yo espero que no venga. María me dejó marcado y cada vez que llueve mucho eso le recuerda a uno a María', añadió Santiago, sentado en una hamaca en el porche de su casa.