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La líder opositora peruana Keiko Fujimori pasará este sábado su primer cumpleaños en prisión, en momentos en que intenta preservar su capital político y acabar con las divisiones internas en su otrora monolítico partido.

La hija mayor del igualmente encarcelado expresidente Alberto Fujimori (1990-2000) cumplirá 44 años encerrada bajo prisión preventiva por 36 meses, inculpada en el escándalo de sobornos de la constructora brasileña Odebrecht, que también salpica a cuatro exmandatarios peruanos.

Por estos días, los abogados de la otrora todopoderosa política que manejaba desde las sombras los hilos del Congreso peruano intentan conseguir su liberación con un recurso de casación ante la Corte Suprema.

Desde que el 31 de octubre fue enviada a prisión, su partido Fuerza Popular (derecha populista) se dividió, perdiendo el poder avasallador con el que arrinconó al presidente Pedro Pablo Kuczynski para forzar su renuncia en marzo de 2018.

La agrupación perdió la mayoría absoluta del Congreso unicameral, donde contaba con 73 de los 130 legisladores. Ahora son 56 y aunque siguen siendo la mayor fuerza en el fragmentado parlamento peruano, ya no dominan la agenda política.

'Están de capa caída y difícilmente se van a levantar; cuando se les acabe el período congresal (en julio de 2021), se acabó todo porque el partido está en ruinas', dijo a la AFP el analista Fernando Rospigliosi.

Desde la cárcel de mujeres de Chorrillos, al sur de Lima, Keiko mantiene las riendas del partido y envía periódicamente mensajes a través de las redes sociales para mantenerse presente en la escena política.

'Estoy injustamente presa', dijo en un tuit reciente.

Los sondeos muestran, sin embargo, que una amplía mayoría de peruanos le quitó su respaldo, tras haber sido durante años la más popular entre los líderes políticos de Perú, con cerca del 50% de los votos en los últimos dos comicios presidenciales.

Ahora solo conserva el apoyo del 9% de los peruanos, la mitad del respaldo del alcalde George Forsyth del distrito limeño de La Victoria, quien era un desconocido en la escena política hasta hace pocos meses cuando asumió su posición, según sondeo de Ipsos.

Crisis interna

La casación es el último recurso judicial de Keiko, quien hace unas semanas decidió dejar de declarar ante la fiscalía, a la que acusa que ser parcial en su contra.

'Después de vivir en carne propia los abusos y excesos, producto de la ausencia de justicia, he tomado la decisión de hacer valer mi derecho de guardar silencio', afirmó en Twitter.

La fiscalía, sin embargo, le restó importancia a esta decisión: 'Es su derecho guardar silencio o abstenerse a declarar, y se tiene que respetar', dijo el fiscal anticorrupción José Domingo Pérez, que lleva la causa.

La primogénita de Alberto Fujimori niega haber recibido aportes ilegales de Odebrecht, contradiciendo lo que han declarado los propios jefes de la constructora.

La fiscalía investiga a Keiko y a una decena de colaboradores por supuestamente recibir y blanquear 1,2 millones de dólares de Odebrecht en su campaña presidencial de 2011.

Estar en prisión amenaza su aspiración de ser de candidata presidencial por tercera vez en 2021.

En semanas recientes, Keiko ha buscado superar la crisis interna del fujimorismo y colocó al legislador del ala dura Luis Galarreta como nuevo secretario general del partido.

'Estoy segura que Luis Galarreta (...) impulsará nuestro compromiso con el Perú, que pone en marcha una agenda para el desarrollo de nuestro país', escribió en Twitter.

El fujimorismo es una amalgama populista, de conservadurismo moral y modelo económico neoliberal, que desde 1990 consiguió votos en todos los estratos sociales de Perú.

Keiko se postuló a la presidencia en 2011 y cosechó un sorprendente 48,55%. En 2016 arañó la victoria con 49,88%, pero perdió ante Kuczynski por apenas 40.000 votos.

Sin embargo, el caso Odebrecht, su rechazo a las reformas anticorrupción del presidente Martín Vizcarra y las pugnas internas han debilitado al fujimorismo.

Keiko arrastra una amarga disputa con su hermano menor Kenji Fujimori, de 39 años, a quien hizo despojar de su banca parlamentaria hace un año. La pugna sigue, pese a los lamentos del patriarca del clan.