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A plena luz del día y ante la impotencia de fuerzas estadounidenses fuertemente armadas, algunas familias de migrantes centroamericanos escalan, con niños bajo el brazo, el muro fronterizo entre México y Estados Unidos para buscar su irrenunciable sueño americano pese a las amenazas del presidente Donald Trump.

Cerca de las playas de Tijuana, una ciudad del noroeste de México que colinda con la estadounidense San Diego, California, un puñado de migrantes que llegaron en caravana desde Honduras encontraron un tramo vulnerable del muro fronterizo, lejos de los filosos entramados de púas recientemente instalados por el ejército de EEUU.

Viajando ligeros con pequeñas maletas y batallando con niños pequeños, una decena de centroamericanos se apoyan en rocas de la desértica barranca y se impulsan unos a otros para trepar la reja de metal oxidado.

Apenas brincan hacia el lado estadounidense, agentes de la patrulla fronteriza se precipitan para rodearlos y detenerlos. Aterrados, los niños gritan y lloran.