Boquiabierto y con las manos en la cabeza, Jhonathan Clark camina por el mar de escombros en el que se convirtió su casa en Paradise, un pueblo arrasado por el fuego.
Era la primera vez que visitaba el lugar desde que hace una semana el 'Camp Fire' devastó, como un tsunami, toda esta zona del norte de California.
Clark entiende que todo es material y desde ya dijo que reconstruiría su casa y ayudaría a sus vecinos a hacer lo mismo.
Su gran preocupación es ahora encontrar a su hermano Maurice, su cuñada y su sobrino de seis años, de quienes no ha tenido noticias desde que comenzó el infierno.
El 'Camp Fire' se cobró la vida de al menos 59 personas y más de 600 están reportadas como desaparecidas.
Familiares de las posibles víctimas están dando muestras de ADN para ayudar con la identificación de los cuerpos calcinados. Jhonathan, de 19 años, no puede. Él y Maurice son parte de una gigantesca familia de niños adoptados.
En las ruinas de la casa en la que ambos crecieron, Jhonathan tenía la esperanza de ver una señal: un palo, una especie de bandera, algo que dijera que Maurice y su familia estaban incomunicados, pero vivos.
'Mi papá está empezando a perder la esperanza; sabe que Maurice no desaparecería de la faz de la tierra sin decirle nada a nadie. Haremos lo que sea para encontrarlo, vivo o muerto, porque eso es lo que hacemos los Clark, nos cuidamos los unos a los otros', dijo a la AFP Jhonathan, que tiene una bebé de cuatro meses con su novia de toda la vida. Ambas están a salvo.
Maurice -que es negro, mide 1,90 y tiene poco más de 20 años- estaba en un proceso de reconstruir su vida.
Moe, como también lo llamaban sus amigos y familiares, había estado un par de veces en la cárcel (el hermano no dio muchos detalles) y estuvo viviendo en refugios para personas sin techo por un tiempo antes de volver a Paradise, donde se instaló con su familia y comenzó a trabajar en el negocio de Jhonathan de tala de árboles y limpieza de maleza.
'Me enseñó a trabajar como un hombre', expresó Jhonathan mientras intentaba contener las lágrimas.
La última vez que hablaron fue una semana antes del incendio, y vecinos le aseguraron haberlo visto en un comercio ubicado en una de las áreas devastadas el día del incendio.
También le dijeron que estaba vivo en la vecina ciudad de Yuba, pero la información resultó falsa. Tal vez por eso no pierde la esperanza.
'Voy a seguir buscando y esperar a que pase lo mejor', insistió. 'Odio pensar que es una de las víctimas'.
Aunuqe hasta ahora, no ha recibido ni llamada, ni texto, ni nada.
'Un vaquero sin caballo'
Lo primero que encontró Jhonathan al entrar a la propiedad fue el cadáver de su yegua Jadis, que no logró sacar cuando evacuó a su familia.
'Solo espero que te hayas ido rápido, solo eso', susurró este muchacho que se describe ahora como 'un vaquero sin caballo'.
Es posible hacer un plano mental de la casa de los Clark por la chatarra de la estufa, el calentador de agua, la lavadora y la secadora. El respaldo de la cama de los padres de Jhonathan, de hierro, estaba en pie. También un escritorio.
'Dios mío, no hay palabras', comenzó. 'Es duro ver el lugar donde creciste desaparecer; en cuestión de horas esta ciudad fue barrida'.
Con su bota de vaquero, Jhonathan rompe un vidrio: 'esta es la ventana de mi cuarto'. Lo mismo hizo con un poco de cenizas que aseguró eran los libros con los que estudió. Su madre los educó en el hogar.
En lo que era la cochera de la casa quedan algunas herramientas, está el esqueleto de un tractor que había comprado apenas tres días antes del incendio.
También están los restos del Mustang 1975 que su padre, un mecánico retirado de 74 años, quería reparar... uno de esos proyectos que quedan durante décadas en la lista de pendientes.
Trabajando años con árboles y maleza, Jhonathan hizo un trabajo preventivo en la parte trasera de su casa, que da un bosque de pinos, hoy diezmado por el fuego.
'Con un incendio tan fuerte, tan rápido, no había chance', explicó.
El día que empezó el incendio avisó muy temprano a la familia de su prometida, que vive en la casa de al lado, y a otros vecinos para que salieran.
Sabe que muchos se quedaron atrás y murieron, entre ellos, quizás, Maurice. Pero no pierde la esperanza.
Antes de regresar a Chico, la ciudad vecina adonde evacuó, tomó la lona del bote de un vecino y cubrió a Jadis.
'Era una buena yegua, terca, pero buena'.