Monseñor Óscar Arnulfo Romero, canonizado este domingo en el Vaticano por el papa Francisco, era un arzobispo tradicional, conservador y cercano al poder antes de transformarse en el más encendido defensor de los marginados, con una contundente oratoria que denunció la injusticia social y desconcertó a la ultraderecha de El Salvador.
En la defensa de los pobres y los perseguidos, el beato 'se quedó solo', afirmó su hermano Gaspar Romero, quien recordó que otros obispos apoyados por grupos poderosos iban a Roma a pedir que le cesaran como arzobispo.
Los intentos por acallarlo comenzaron el 18 de febrero de 1980, cuando la radio católica YSAX fue dinamitada.
Poco después, el 10 de marzo de ese año, cuando Romero oficiaba misa en la Basílica del Sagrado Corazón, fue hallado un maletín con 72 candelas de dinamita, suficientes para volar no solo el templo sino la cuadra completa. El explosivo fue desactivado.
Horas antes de consumarse el asesinato, la ultraderecha diseminó una hoja volante en San Salvador para criticar al pastor, al que tildó de 'el sátrapa Romero', y acusó de 'calumniador, mentiroso y con una mente infame'.
Justamente la víspera de su asesinato, monseñor Romero hizo un dramático llamado a los soldados a desobedecer órdenes de disparar contra el pueblo: 'Les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡cese la represión!'.
Al anochecer del 24 de marzo de 1980, Romero fue asesinado por un francotirador mientras oficiaba misa en la capilla del hospital Divina Providencia, en el norte de San Salvador.
El magnicidio polarizó aún más a los salvadoreños que luchaban por mejores condiciones de vida e hizo estallar la guerra civil, que duró 12 años (1980-1992) y se cobró la vida de al menos 75.000 personas.
En 1993, una Comisión de la Verdad de la Naciones Unidas señaló como autor intelectual del crimen al mayor del ejército Roberto D'Aubuisson, ya fallecido, fundador de la entonces gobernante Alianza Republicana Nacionalista (ARENA, derecha).
Los asesinos nunca fueron llevados a la justicia y permanecen impunes.