Un hocico y dos ojitos negros surgen del agujero, demasiado tarde: una bota pisa el hoyo, y su dueño rellenará pronto el orificio con hielo seco, la nueva arma letal contra las ratas de los servicios sanitarios de Nueva York.
El equipo de Rick Simeone, director del servicio antiplagas de la ciudad, trabaja en el parque Sara D. Roosevelt, en el barrio del Lower East Side, uno de los más antiguos de Manhattan.
La víspera, pasaron más de tres horas examinando todas las entradas de madrigueras, 67 en total. Calculan que residen aquí más de 250 Rattus norvegicus, el nombre científico de las ratas neoyorquinas.
Avanzan madriguera por madriguera, colocando en cada una pequeñas piedritas de hielo seco (llamado también nieve carbónica), que es en realidad gas carbónico congelado, en forma sólida.
A temperatura ambiente, el dióxido de carbono retomará su forma gaseosa y asfixiará a las ratas, que en general duermen a esta hora del día.
Esta arma extermina en promedio entre el 90 y el 100% de los roedores.
'Es una revolución para los parques y los espacios verdes', afirma Simeone, cuyo servicio, que comprende unas 160 personas, depende del departamento municipal de salud. 'Escuchamos siempre que las ratas ganan la batalla. Pero esto cambia la ecuación'.
Las ratas, presentes en Nueva York desde mediados del siglo XVIII, son responsables de la transmisión de varias enfermedades. Un estudio de un académico de la Universidad de Columbia estima que en la capital financiera estadounidense hay unos dos millones de estos roedores.
Las vemos muchas veces en la calle o en el metro. Un video publicado en YouTube en 2015 que se tornó viral mostraba incluso una rata llevando un triángulo de pizza entre sus dientes por las escaleras del metro.
Su promedio de vida en esta ciudad es de seis a siete meses, pero una hembra puede dar a luz hasta 100 pequeños por año.