Un granjero surcoreano mató al perro de su vecino porque no soportaba sus ladridos e invitó a su dueño a comérselo, sin que este sospechara lo que había ocurrido con su animal, indicó este miércoles la policía.
El acusado de 62 años confesó el delito después de que otro vecino avisara a la familia propietaria del perro.
El hombre aseguró que estaba tan cansado de los constantes ladridos del perro, un corgi galés de dos años de edad, que le tiró una piedra y lo dejó inconsciente.
'Asegura que, solamente después de que el perro perdiera el conocimiento, lo estranguló y lo cocinó', explicó a la AFP un policía de la ciudad meridional de Pyeongtaek.
'El hombre invitó luego a sus vecinos a compartir la comida con él, incluido el padre de la familia propietaria del perro', añadió esa fuente.
La carne de perro fue durante mucho tiempo un ingrediente habitual en la cocina surcoreana. Pero el consumo se fue reduciendo a medida que los habitantes del país asiático se acostumbraron a considerar a esos animales como mascotas, y hoy en día es un tabú para las jóvenes generaciones.
El caso salió a la luz cuando una hija de la familia afectada publicó una petición en internet -que recibió 15.000 firmas- para que el culpable fuera castigado con dureza.
'Hemos recorrido toda la ciudad, repartiendo folletos con la foto del perro, un número de teléfono y ofreciendo una recompensa de un millón de wones (940 dólares) para encontrar al perro', contó la hija por teléfono a la AFP.
'Cuando llegué a la casa del hombre, que sólo está a tres puertas de la nuestra, mostró simpatía y prometió avisarnos si encontraba al perro', explicó.
Mientras tanto, el granjero escondía al animal, vivo o muerto, en su granero, aseguró.
El día siguiente, el acusado fue a ver a su padre, bebió con él y lo animó por la pérdida del perro.
'Incluso invitó a los vecinos a compartir la carne de perro, entre ellos mi padre, que no aceptó la invitación porque no come carne de perro', añadió.
En Corea del Sur se siguen consumiendo un millón de perros cada año, y muchos habitantes creen que su carne, que siempre se hierve para ablandarla, aumenta la energía de quien la come.