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Una extensa procesión, con un buda gigante de colores tornasolados y cadáveres de corderos, encantaron a fieles y turistas en el norte de China, donde los tibetanos celebraron con fervor el fin de las fiestas por el Año Nuevo Lunar.

A pesar de los codazos, Tsering se abrió paso entre la multitud compacta de fieles. Estuvo decidido a hacer que su hija de dos años tocara una pintura sagrada, exhibida alrededor del monasterio de Rongwo en la provincia de Qinghai.

Esta es la culminación del 'Losar', el Año Nuevo tibetano. Los monjes caminan hacia una colina vestidos de rojo llevando una 'thangka', una representación monumental del Buda, pintada a mano durante meses y tan alta como un edificio de varios pisos, que despliegan cuando llegan a su destino.

'Este es un buen augurio, especialmente para los niños', afirmó Tsering, contemplando sin aliento el paisaje montañoso del condado de Rebkong.

El dalái lama acusa al gobierno de China de cometer un 'genocidio cultural' contra los tibetanos, pero Pekín asegura que apoya la cultura local y desafía al líder espiritual tibetano, que abandonó China en 1959 para exiliarse en India.