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El presidente peruano, Pedro Pablo Kuczynski, el 'gringo', que llegó al poder hace un año y medio con una enorme sonrisa, dando pasos de baile, logró salvarse de ser destituido tras un maratónico debate en el Congreso.

Para el mandatario el susto de la destitución pasó y el baile continuará, pero deberá tener presente a la fuerte oposición encabezada por el partido fujimorista Fuerza Popular y algunas agrupaciones de izquierda.

Su triunfo en el parlamento es un balón de oxígeno para reformular sus políticas y no ser tan confiado, como lo describen su esposa y sus amigos.

'El (Kuczynski) siempre quería regresar al Perú para ayudar, para empujar a este país, para que sea un mejor país y confió demasiado en algunas personas, no chequeó su contabilidad, no chequeó otras cosas, sufrió por tener demasiada confianza', cuenta su mujer, la estadounidense Nancy Lange.

'Nadie es perfecto', señala a modo excusa su consejero Máximo San Román, empresario y exvicepresidente de Alberto Fujimori hasta el autolpe de abril de 1992.

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Las mayores críticas contra Kuczynski han sido por sus actividades en el sector privado. Sus opositores lo acusan de mantener vínculos con grandes trasnacionales y de actuar como lobista.

En la calle se dice que es un 'pituco' (persona adinerada y frívola), pero él lo rechaza y siempre saca su historia de haber vivido de pequeño en la ciudad selvática de Iquitos. 'Soy un gringo charapa', como se denomina a los nacidos en la Amazonía.

'Dicen que estoy viejo, pero el coco (cerebro) y la experiencia me funcionan', declara este economista de 79 años e hijo de un médico alemán que llegó a Perú con su familia en 1936 huyendo de la Alemania nazi.