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La situación seguía confusa el jueves en Zimbabue al día siguiente de un golpe de Estado militar que llevó a mantener al presidente Robert Mugabe en arresto domiciliario a pesar del alineamiento sin falla al mandatario del cuerpo militar durante sus 37 años en el poder.

La intervención de los militares, que tomaron el control de los puntos estratégicos de la capital, podría poner fin al último régimen africano liderado por un 'padre de la liberación', la generación de jefes nacidos surgidos con las luchas de independencia.

A pesar de las apariencias, los generales golpistas afirmaron que no tienen la intención de derrocar al gobierno.

'No se trata de una toma del gobierno por militares [...] Nuestro objetivo son criminales del entorno' del presidente, declaró el general Sibusiso Moyo, portavoz de los golpistas, en un discurso transmitido en vivo el martes por la noche por la televisión estatal.

Los 'criminales' no fueron nombrados pero aluden a los apoyos de la primera dama, Grace Mugabe, una franja del partido en el poder, la Zanu-PF, reagrupada detrás del G40 en referencia a su edad.

Desde hace meses que la segunda esposa del 'camarada Bob' no esconde su voluntad de suceder a su esposo.

Terminó por obtener de él, la semana pasada, que destituyera al vicepresidente, Emmerson Mnangagwa, de 75 años, un militante histórico del combate por la independencia, cercano a los militares y presentado hasta ahora como su delfín.

Esta destitución incitó a las Fuerzas Armadas a actuar. El lunes, el jefe de Estado Mayor, el general Constantino Chiwenga, había claramente advertido que sus tropas podrían 'intervenir' si la 'purga' no cesaba en el partido del presidente.