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La cruz que corona una estatua de Juan Pablo II en el pequeño pueblo bretón de Ploërmel no solo divide a sus habitantes sino que ha puesto de nuevo sobre la mesa el debate en Francia sobre el respeto del laicismo en el espacio público.

'Espero que no van a sacarnos a nuestro Juan Pablo' explica Guy Olszewski, de origen polaco, un habitante de este pequeño pueblo de Bretaña, alertado por la presencia de varios periodistas al pie de este monumento de 7,50 metros de alto. 

'No lo entiendo, somos un país cristiano, cuando veo que se construyen mezquitas en otros pueblos...' lamenta.

'El problema no es la estatua en sí misma. El papa es un personaje como otro cualquiera, podría ser De Gaulle u otro', replica Michel Pageot, otro habitante de esta región del oeste de Francia, muy católica.

'Pero el hecho de que le pongan una cruz inmensa encima la convierte en un monumento religioso', asegura.

La estatua de bronce de Juan Pablo II está instalada desde 2006 en un párking público de Ploërmel, un pueblo de 10.000 habitantes.

Pero una decisión del pasado 25 de octubre del Consejo de Estado, una jurisdicción administrativa, ordenó su retirada en nombre del laicismo que debe respetar el estado francés.

Según una ley de 1905, Francia es una república laica, con un estado neutro y separado de las religiones.

Muchos franceses están orgullosos de este principio, poco frecuente en Europa. Según un sondeo publicado en 2017 por WinGallup, el 50% de los franceses se declaran ateos frente al 45% que son religiosos.

Sin embargo el laicismo también es una cuestión de constantes polémicas, en particular sobre la presencia en el espacio público de signos religiosos musulmanes, como el velo, o cristianos, como los pesebres de Navidad.

En 2016, varios alcaldes conservadores quisieron prohibir el 'burkini', un traje de baño que cubre todo el cuerpo y que usan algunas mujeres musulmanes. Pero el Consejo de Estado dijo que no se podían prohibir a menos que provocara desorden público.

El mismo Consejo también autorizó la instalación de pesebres en edificios públicos, muy criticados en nombre del laicismo.

Fue este mismo principio el que llevó en 2005 al entonces presidente francés Jacques Chirac a rechazar que en el proyecto de constitución europea se incluyera una referencia a las raíces cristianas de Europa.