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Patty Purdo llora cuando entra el martes a su casa rodante en los cayos de Florida, devastados por la furia del huracán Irma. Está destruida y sus puertas bloqueadas por escombros. 'Tuve que abrir un hueco con una motosierra para sacar algunas de mis cosas', dice.

Cuando entra a través de un hueco desigual en un costado de su vivienda, se pone a llorar.

El panorama es desastroso en el estacionamiento de casas rodantes Seabreeze, en Islamorada, un cayo a mitad de camino en la hilera de islotes que caen desde el sur de Florida y acaban en Key West.

'Este era mi porche', dice Patty, señalando una pila de escombros. Ríe nerviosamente. 'Soy horticultora. ¿Es muy raro que me preocupe por mis plantas? Yo amaba mis plantas...'

Pero las plantas, así como todo lo demás, desapareció.

Los residentes creen que al menos tres cuartas partes de los 'trailers' colapsaron hasta los cimientos por el azote de Irma, cuyo ojo barrió los cayos desde el domingo en la madrugada con intensidad de 4 sobre 5.

Lo que antes era una comunidad de 106 trailers ahora es un montón de escombros. Entre las pilas de madera y montañas de arena que trajo el mar se amontonaban colchones, radios, televisores, muebles destrozados e incluso una moto de agua.

Ahora los residentes están aterrados de que los dueños del lote barran la zona con topadoras y construyan algún lujoso hotel, lo que los dejaría aún más en la calle.

'No nos queremos ir', llora Patty, una mesera de 55 años. 'Nosotros somos la gente que te sirve la cena y el almuerzo y el café por la mañana. Nosotros somos el pueblo, no somos la gente rica que vive aquí'.

Los Cayos de Florida son un arrecife de islas coralinas que se extienden 180 km desde el sur del estado y están conectadas por 42 puentes sobre el mar, que este martes estaba plácido y tan azul como el cielo despejado.

La zona es un paraíso para los amantes de los deportes acuáticos, con sus pueblos playeros de aspecto rústico y sus característicos buzones de correo en forma de manatí, casi todos derribados por Irma.

Hay muchos daños

Pero ahora el escenario es otro. A lo largo de la ruta hasta Islamorada se ven palmeras desraizadas, postes caídos y yates hundidos. Las casas están rodeadas de escombros. El olor entre marino y podrido llena el aire.

La destrucción en los cayos comenzó a ser visible este martes cuando las autoridades abrieron el paso a los residentes hasta Islamorada, luego de haber limpiado la ruta de escombros, que ahora se acumulan en los bordes de ambas calzadas.

Desde ese punto hasta Key West, el paso sigue cerrado hasta nuevo aviso debido a la 'devastación' descrita el lunes por el gobernador, Rick Scott, cuando sobrevoló el área.

'Sólo espero que todos hayan sobrevivido, lo que vimos fue horrible (...) Hay muchos daños', dijo Scott.

En Key West tenía su casa el escritor Ernest Hemingway. Hoy es un popular destino turístico que, según reportes de prensa, se salvó de la furia del huracán, así como el famoso gato de seis dedos que la habita.

Vamos a poner esto a funcionar

Marilyn Ramos pudo entrar por fin este martes a su comercio, Habanos Restaurant, justo en la esquina donde las autoridades bloquean el paso hacia el sur.

El techo colapsó y el interior, oscuro, olía a algas y alimentos podridos. 'Es devastador pero somos una comunidad fuerte, vamos a poner esto a funcionar pronto', dijo la mujer de 44 años.

También en Islamorada, el agua barrió una construcción de tres pisos con seis apartamentos que colapsó como un castillo de naipes. Las paredes destruidas dejaban ver adentro montones de colchones y enseres revueltos en medio de un olor fétido.

A un par de kilómetros, una casa que se salvó de la destrucción tenía un velero de 40 pies de eslora en medio de lo que antes era el jardín y ahora es un montón de algas y arena. Llegó arrastrado por la marejada tras romper los diques.

'Fuimos bendecidos porque el bote no chocó nuestra casa', dijo su dueño, Orlando Morejón, un cirujano de 51 años. 'Hizo daños graves y habrá que hacer muchas reparaciones caras, pero la casa está aquí y, lo que es más importante, nosotros estamos aquí'.

Su problema ahora es localizar al dueño del bote para que se lo lleve.