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El balance de muertos por el poderoso sismo de 8,2 que sacudió el sur de México, el más intenso registrado en el país en un siglo, aumentó el sábado a 65, mientras los afectados se preparaban para otra noche de sobresaltos por las constantes réplicas.

Paralelamente en Veracruz (este), sobre la costa del Golfo de México, se reportaron dos fallecidos por Katia, que entró la noche del viernes como huracán 1 en una escala de 5 y se disipó en el centro del país sin causar mayores afectaciones.

'Lamentablemente 65 personas fallecieron por el sismo. En su memoria y en solidaridad con sus familias, decreté 3 días de duelo nacional', escribió el presidente Enrique Peña Nieto en su cuenta de Twitter.

A lo largo del sábado se confirmaron tres decesos en el estado de Chiapas, en cuya costa ocurrió el sismo la medianoche del jueves, y uno más en el vecino Oaxaca.

De ese modo, Oaxaca registra 46 víctimas mortales, Chiapas 15 y Tabasco cuatro.

- A enfrentar la noche -

En Juchitán, localidad más golpeada por el sismo y donde se reportan 37 de los muertos, numerosos pobladores se preparaban para vivir otra inquietante noche con varios sectores sumidos en la oscuridad.

Las casi 48 horas que han pasado desde el sismo han transcurrido entre sobresaltos para las localidades cercanas al epicentro, debido a las más de 700 réplicas, la mayor de 6,1 grados según el Servicio Sismológico mexicano.

En un recorrido al caer la noche, la AFP constató que varias personas sacaban sillas a la calle para no ser sorprendidos, como ya les pasó la víspera, por los repentinos estremecimientos de la tierra.

Elsa Aquina, de 69 años, sin varios dientes y parcialmente ciega, caminaba con dificultad hasta el pórtico de su casa para instalar en una silla de plástico junto a su esposo. Pasará la noche bajo un árbol por temor a que su humilde vivienda de ladrillos y concreto se desmorone aún más.

'Como ahora no hace mucho frío, sólo nos estamos ahí con una sábana. No queda de otra', contó a la AFP al señalar que no va a un albergue porque en su casa tiene su 'ropita' y sus 'cositas'.

El sitio donde se erigía el palacio municipal, reducido a escombros, seguía siendo por la noche el centro de atención de esta comunidad de 100.000 habitantes, la mayoría de la etnia zapoteca.

Cientos de pobladores, detrás de un cordón de seguridad custodiado por militares y policías, observaban curiosos cómo poderosas máquinas removían el amasijo de ladrillos y varillas.

De ahí sacaron horas antes a la víctima 37: un policía local que estaba en turno de vigilancia.