Los hay rojos, amarillos, azules, con forma de 'pin-up', de dragón o calavera. Bienvenido a God's Own Junkyard, en Londres, la cueva del Alí Babá del neón, que vuelve a brillar con fuerza impulsado por la moda retro.
En un amplio almacén de Walthsmastow, un barrio residencial del este londinense, la pequeña empresa familiar especializada en la fabricación de tubos luminiscentes ha instalado su colección, la más importante de Europa.
'Aquí hay alrededor de 1.400 piezas', explica a la AFP su director creativo, Marcus Bracey, un parlanchín de 43 años, mientras deambula entre sus brillantes tesoros.
El lugar está a caballo entre una galería de arte y una discoteca. De punta a punta, las paredes están revestidas de composiciones tubulares de todas las formas imaginables, cuyas luces se mezclan y entrecruzan.
Desde una enorme boca de color rojo sangre, cuya lengua acaricia, golosa, una bola de helado en un cucurucho, hasta un gran corazón con los colores de la Unión Jack, la bandera británica, con el lema 'God save the Queen' en letras doradas.
Un poco más allá, se vislumbra la sorprendente estatua de Jesucristo, desenfundando, como un vaquero, dos revólveres de neón azul. Una obra que cuesta varios miles de libras y que su comprador nunca recogió.
Del Soho a Hollywood
Fue su abuelo quien se lanzó al negocio, en los años 1950. 'Era minero del carbón cuando empezó a trabajar para una compañía que se dedicaba a la iluminación', cuenta Marcus.
Chris Bracey, el padre de Marcus, hizo crecer la empresa y se convirtió en el proveedor casi exclusivo de los 'sex shops' del Soho, el barrio rojo del centro de Londres.
Con el paso de los años, y con el progresivo aburguesamiento del Soho, algunos de los neones acabaron volviendo al God's Own Junkyard, como el de la silueta de una mujer de curvas prominentes, que en otro tiempo reinaba en un establecimiento ya cerrado.
Los Bracey también fabrican para el cine. A ellos les debemos el dragón de lengua intermitente de 'Blade Runner' (1982, Ridley Scott), que Marcus promete que 'no venderá nunca'.
También salió de aquí un cartel en forma de arcoíris utilizado en 'Eyes Wide Shut' (1999, Stanley Kubrick).
Fruto de una serendipia
Si bien los temas varían, la tecnología apenas ha evolucionado. 'Se crea el vacío en un tubo y se rellena de un gas raro, que se irriga de electrones', explica Luis de Miranda en un ensayo titulado 'L'être et le néon' ('Ser y neón').
El procedimiento fue descubierto en 1910 por Georges Claude, químico francés que buscaba 'una forma poco costosa de producir oxígeno para los hospitales'. Sus experimentos dieron lugar a 'residuos de importantes cantidades de gases raros, principalmente el neón y el argón'.
'Ocurrió lo que se suele llamar serendipia, cuando un inventor descubre algo que no buscaba en principio: Claude se dio cuenta, casi divirtiéndose, de que el neón podía producir un rojo intenso, y el argón, un azul profundo'.
En las décadas siguientes, el neón conquistó al mundo y se convirtió en 'uno de los grandes símbolos del siglo XX, significando sucesivamente la conquista utilitarista de la noche' y la 'globalización eléctrica', subraya el filósofo De Miranda.
Pero el 'boom' de las pantallas acabó por amenazar al rey neón. 'En los años 1980, la demanda bajó enormemente. Casi creímos que era el fin', recuerda Marcus.
'Pero ha vuelto', agrega, gracias, en parte, a los encargos de aficionados a los objetos retro o de diseño, que en la actualidad constituyen el 50% de su clientela.