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Abundante fantasía, ansias de solidaridad y un pacto de anonimato inquebrantable. Un Batman argentino ha hecho del hospital de niños de La Plata un blanco de risas contra el dolor y fuente de donaciones de aquello que falta en el sector público.

'Me siento muy conectado con mi espíritu de niño y con la solidaridad. Sobre todo en una Ciudad Gótica como ésta que es Argentina', explicó en su 'Baticueva', Bruno Díaz, el enmascarado de La Plata, donde vive, trabaja y actúa aferrado al incógnito con el nombre de fantasía del personaje.

De pies a cabeza es Batman. Sólo revela que es docente, cumple labores administrativas de lunes a viernes, está casado y tiene tres hijos. 'Aún chiquitos, cuando me ven de Batman creo que se asustan un poco', agrega.

'Pero no puedo decir más, quiero preservar mi identidad', dice con voz grave. Antes, su madre acomodó la capa y cada broche del traje del 'hombre murciélago'.

Desde hace cuatro años, cada viernes sube raudo a su 'batimóvil', un Renault Fluence negro con líneas amarillas y 'alas'. El logo del superhéroe está en neumáticos, volante, luces exteriores y posapies. 'Todavía es del banco, me queda una cuota', aclara en el garaje de la casa donde lo esconde de curiosos cual joya mágica.

Enciende el motor y suena la música de Batman Inicia (2005), la primera de la trilogía del director Christopher Nolan. '¡Santa aventura!', diría el personaje creado en 1939 y popularizado en una serie de televisión entre 1966 y 1968.

Al ritmo de notas dramáticas acelera a 110 km/h en las estrechas calles de un barrio de clase trabajadora. Estaciona en el hospital de niños 'Sor María Ludovica' de La Plata, un centro de salud pública de alta complejidad, y desciende cargado de dibujos y golosinas.