Con la publicación del informe Chilcot, que cuestiona la participación de Reino Unido en la guerra de Irak, se develó la responsabilidad del gobierno del entonces primer ministro británico Tony Blair y otros mandatarios en el inicio de un enfrentamiento que se produjo, según el documento, sin antes agotar todas las alternativas que no incluyeran acciones militares. Es decir, las salidas pacíficas.
El informe demuestra que la invasión que produjo la caída al régimen de Sadan Husein y que estuvo motivada por la supuesta presencia de armas de destrucción masiva en el país árabe, no tuvo un sustento verdadero, ya que no existían pruebas contundentes de la existencia de dicho armamento que jamás fue encontrado.
'Yo dejé muy claro desde el principio, cuando puse en marcha esta investigación, que si nos encontrábamos con cosas que merecían críticas a individuos o a instituciones, no huiríamos de ello y así lo hemos hecho', sentenció John Chilcot, director de la investigación sobre la guerra en Irak.
Y agregó: 'La invasión británica en Irak en 2003 fue mala y ha tenido consecuencias negativas hasta el día de hoy'.
El contexto
No había pasado mucho tiempo desde los ataque terroristas a las torres gemelas del 11 de septiembre del 2011 y Estados Unidos aún sentía la amenaza de replica de un enemigo que no tenía claro como combatir.
El presidente de Irak, Sadam Husein, había sido acusado de tener relaciones cercanas con el grupo ilegal Al Qaeda y poseer armamento de destrucción masiva. Esto lo convertía en un 'peligro' para la nación estadounidense por lo que su entonces presidente, George W. Bush, planear una ofensiva en su contra, encontrando como aliados a los dirigentes de España y Reino Unido, entre otros, que aceptaron como ciertas unas pruebas 'no justificadas' del régimen del entonces presidente iraquí, Sadam Husein.
Armamento de destrucción masiva
Este fue el principal argumento usado por el gobierno Bush para justificar la invasión internacional en territorio iraquí. Años más tarde, el Comité Conjunto de Inteligencia británico dejaría claro dicho argumento fue injustificado.
Explica el Comité que las sanciones impuestas a Irak desde 1990 por la ONU que bloqueaba su libre comercio, impedían que este país pudiera crear un arma nuclear, y que se necesitarían varios años para desarrollar y desplegar misiles de largo alcance.
Aún así, durante la sesión del el 18 de marzo de 2003 en la Cámara de los Comunes de Reino Unido, el primer ministro Blair dio crédito a los argumentos estadounidenses y afirmó los grupos terroristas con posesión de armas de destrucción masiva eran 'un peligro real y presente a Gran Bretaña y su seguridad nacional' y además, que la amenaza del arsenal que Saddam Hussein podía tener constituía un peligro manifiesto a los ciudadanos británicos, uniéndose así a la campaña de Bush contra el régimen.
Lealtad a las decisiones de Bush
En varias de las pruebas presentadas por el informe Chilcot se destacan la publicación de correspondencia intercambiada entre los dirigentes de las naciones anglosajonas, en las que el primer ministro británico le ofrecía un completo apoyo a las decisiones estadounidenses.
En uno de los apartados de las cartas intercambiadas en marzo de 2003 se lee el respaldo ofrecido por Blair: 'Estaré contigo pase lo que pase'. Y agrega: 'Pero este es el momento de evaluar directamente las dificultades. La planificación y la estrategia de todo esto son difíciles. Esto no es Kosovo. Esto no es Afganistán. Ni siquiera es la Guerra del Golfo'.
Responsabilidad de los soldados
Los antiguos mandos militares han lamentado las consecuencias de un conflicto que dividió al Reino Unido y que dejó un saldo de más de 200 muertes británicas.
El capitán Doug Beattie pidió al Gobierno actual, dirigido por David Cameron, que ofrezca una disculpa a las familias de los soldados fallecidos y a los iraquíes.
Denunció asimismo que los soldados que participaron en la guerra de Irak tienen 'cicatrices mentales' por haber estado implicados en un conflicto construido sobre 'premisas falsas' y que no contó con el respaldo de la opinión pública.
El Gobierno de Blair, explicó el exmilitar, les mandó con el argumento de que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva, pero los militares pronto se dieron cuenta de que no era así y de que los combatientes iraquíes 'eran solo un puñado de desgraciados sin comida y vestidos con harapos que se alegraban cuando les hacíamos prisioneros'.