La decisión de Hungría de cerrar físicamente su frontera con Serbia ha dispersado ayer la tensión, no solo con los refugiados que reclaman, incluso de forma violenta, poder pasar y salir del limbo legal en que se encuentran, sino también con el Gobierno serbio.
Dos días después de que se interrumpiera el paso de refugiados, un pequeño grupo de entre los cientos que esperan en la zona de nadie entre los dos países derribó ayer las vallas que cierran el cruce fronterizo de Horgos para forzar su entrada en Hungría, pero la Policía los detuvo empleando gas pimienta y un cañón de agua, según mostraron varios canales de televisión.
No son refugiados pacíficos
Zoltán Kovács, portavoz del Gobierno húngaro, llegó a asegurar al respecto que 'la prensa mundial puede ver que no se trata de refugiados pacíficos. Inmigrantes agresivos y armados han sitiado la frontera húngara', según recoge el portal informativo Origo.
La Policía informó que catorce agentes sufrieron heridas y dos de ellos fueron hospitalizados, pero no dio detalles sobre lesiones entre los refugiados.
Según estimaciones de la televisión pública M1, unos 150 inmigrantes sufrieron heridas en el choque con los agentes.
La otra parte
Serbia anunció el envío de fuerzas policiales para evitar agresiones a los agentes húngaros desde territorio serbio y para apartar a los refugiados de la valla.