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En pleno siglo XXI, el análisis de asuntos internacionales, en ocasiones, enfrenta la dificultad de ceñirse a la teoría o a un análisis plegado al caso in situ; porque, desafortunadamente, los centros de investigación occidental consideran que la ecuación siempre debe dar resultados exactos, y esto es un craso error.

Basta hacer un recorrido sobre el espacio que ocupa el mundo árabe para concluir que Occidente ni siquiera se ha puesto de acuerdo en cuál es la expresión correcta: si 'oriente próximo', 'oriente medio' o 'extremo oriente', cuando se refiere a una vasta región del mundo como es la que ocupa la multifacética civilización árabe que se extiende desde el Océano Atlántico, por todo el norte de África, y continúa hacia lo que se conoce como la Península Arábica y el Valle de Mesopotamia, sin incluir inmensas zonas territoriales ocupadas por el Islam, que no necesariamente son árabes.

En el caso de Yemen es fundamental profundizar en el aspecto histórico pero sin olvidar los orígenes pre-islámicos que siguen teniendo un peso a través del concepto de tribu o clan, a tal punto que se puede hablar de comunidades tribales o confederaciones tribales que destruyen cualquier esquema de teoría de Estado-nación, como se conoce en Occidente. En otras palabras, allí juega un papel importante el Islam, tal como ha sido estudiado, en forma rigurosa, por Abu Nasr Al–Farabi en su libro El origen de las palabras, la filosofía y la religión, el cual explica el aporte del Islam con las siguientes palabras:

'En este sentido, el Corán señala que la misión de Mahoma no es la de fundar una nueva religión, que mostraría la falsedad de las anteriores, sino transmitir a su pueblo, y en su lengua, el mismo mensaje que Dios había hecho llegar a los demás pueblos: te hemos enviado con la verdad como nuncio de buenas nuevas y como monitor. Cada profeta se ha dirigido a su pueblo en su lengua, Mahoma es el enviado de Dios a los árabes'.

Esto significa que la esencia del mundo pre-islámico, a pesar de la aparición de El Corán, se convierte simplemente en un paréntesis que ordena a las comunidades tribales que se conservan intactas durante milenios, y que tienen una fuerza tan grande que la fórmula de Estado que Occidente quiere implantar, o a través de la cual quiere analizar los fenómenos que ocurren al interior de esta cultura, son inocuos, pues una comunidad tribal no encaja en los estándares de un Estado-nación, en tanto que las múltiples tribus, mediante su tradición moral y religiosa, son mucho más fuertes que el individuo, a tal punto que son más importantes las relaciones inter tribales que la economía o la política.

La importancia de las tribus. En Yemen existían cuatro confederaciones tribales; pero, hoy se mantienen tres: dos en la parte norte, denominadas Hashid y Bakil, y una tercera denominada Madhhay. Este sistema nos permite ver que las tribus, independientemente si son suníes o chiítas o inclusive que procedan de Arabia Saudita del país wahabí, no garantizan ningún tipo de estabilidad, como fue el caso de la propuesta para la construcción de un puente que uniría África con Asia en el famoso cuerno que hubiera significado un debilitamiento de Arabia Saudita, pese a la aprobación de este proyecto por parte de las tres tribus antes mencionadas. En otras palabras, los líderes tribales son muy complejos y cambiantes; si los queremos comparar con Occidente, son una superestructura del Estado–nación que controla la familia y el clan.

Por estas razones, Yemen enfrenta en este momento una situación sui generis: es un territorio fraccionado en norte y sur con divisiones regionales, religiosas y extremistas; inestabilidad y guerras civiles superpuestas que propician hipotéticos gobiernos autoritarios.

Igualmente, hay otros factores que agravan la situación en Yemen: la corrupción, el descontento entre los jóvenes que se manifiesta a través de una primavera árabe frustrada, desigualdades socioeconómicas; pero, sobre todo, como lo expresan acertadamente Jesús Gil, Alejandro Lorca y Ariel José James en su estudio sobre Yemen: 'Democracia no es un concepto adaptable o asimilable al de comunidad tribal. Si Occidente realmente quiere lograr efectos democratizadores dentro de las tribus, estos deberían ser negociados por verdaderos conocedores del sistema tribal en el mundo musulmán. Los elementos a negociar deben considerarse como mejoras para la tribu, no como amenaza a su sistema'.

No se trata de hacer prevalecer un sistema en contra del otro, sino respetar las tradiciones y complementarlas con los procedimientos occidentales debido a que, como se mencionó anteriormente, las tribus tienen una mayor prioridad para la población que cualquier partido político.

Por lo expuesto anteriormente, no encontramos oportunas las conclusiones que se hacen en el ensayo elaborado por Chatham House, The Royal Institute Of International Affairs, de febrero 2015 de Inglaterra, el cual visualiza desde ahora una 'guerra fría' entre Arabia Saudita e Irán. Esto, sin duda, afectaría gravemente el posible acuerdo nuclear con Irán y alentaría a la monarquía de Arabia Saudita a un enfrentamiento que no está acorde con lo que debe perseguir la comunidad internacional, la cual debe reconstruir el tejido de las confederaciones tribales de Yemen que darían paz y sosiego a la región y al mundo.

Siempre, el petróleo

El conflicto en Yemen es importante debido a las fuertes repercusiones económicas. Arabia Saudita, el más grande productor de petróleo en el Medio Oriente, se encuentra involucrado en este conflicto. El futuro inmediato del petróleo es incierto. Yemen cuenta con una posición privilegiada: está conectado con el estrecho Bab el-Mandeb, uno de los puntos de tránsito más importantes del mundo en asuntos de intercambio marítimo.

El posible cierre de este estrecho puede impedir que los barriles de petróleo provenientes del Golfo Persa, que es el mayor exportador de petróleo crudo, lleguen al Canal de Suez y bloquear la ruta más rápida para barriles del norte de África hacia Asia, de acuerdo a la Administración de Información Energética de EEUU.