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El papa Francisco inició el tramo final de la Semana Santa admitiendo el agotamiento que los sacerdotes como él mismo pueden sentir pero exhortándoles a la vez a mantenerse vinculados estrechamente con su feligresía compartiendo con ellos alegrías y pesares.

Francisco lavó los pies de los presos este Jueves Santos, un ritual previo a la Pascua destinado a demostrar su vocación de servicio al prójimo.

El pontífice de 78 años dijo que el rito demuestra que Jesús estaba dispuesto a involucrarse en las vidas de sus discípulos y agregó que todo sacerdote debe hacer lo mismo, compartiendo compasivamente las vidas de sus feligreses y no encerrándose en las sacristías por agotamiento o indiferencia.

Los doce reclusos a los que el pontífice argentino lavó los pies fueron seis hombres y seis mujeres que cumplen condena por distintos delitos en una cárcel de la zona romana de Rebibbia.

Entre los elegidos, hubo latinoamericanos procedentes de Ecuador y de Brasil, pero también de Italia, Nigeria y Congo.

Todos ellos vivieron el momento en el que el papa Francisco les lavó los pies con emoción e incluso algunos dejaron caer algunas lágrimas.

En la prisión Rebibbia ante la presencia de unos 300 presos hizo el tradicional lavado de pies que ha revolucionado practicándolo con mujeres, no católicos y reclusos, pese a que las reglas del Vaticano lo estipulaban solamente para varones.

La mitad de los asistentes eran reclusas de una cárcel de mujeres cercana, incluso algunas madres con sus bebés, informó la Radio del Vaticano.

Francisco ha centrado la atención en la vida de los presos. Denunció la pena de muerte como una práctica inhumana y la prisión perpetua como equivalente a la pena de muerte.

Este año, el Jueves Santo coincide en el décimo aniversario de la muerte de san Juan Pablo II.