SAO PAULO. Más de un millón de personas tomó ayer las calles de ciudades de todo Brasil para protestar contra la presidenta Dilma Rousseff y para clamar 'basta' a la corrupción que carcome la petrolera Petrobras y otros organismos públicos.
La marcha más numerosa, con gran diferencia, se dio en Sao Paulo, donde cerca de un millón de personas, según cálculos de la Policía, se congregó en la céntrica Avenida Paulista, convocada por grupos opositores sin vínculo declarado con partidos políticos.
En decenas de ciudades, entre ellas Brasilia, Río de Janeiro, Belo Horizonte (sureste), Fortaleza (noreste) y Porto Alegre (sur) hubo concentraciones de al menos decenas de miles de personas, que pusieron en evidencia el creciente descontento de las clases medias con el Gobierno brasileño.
La gran mayoría de manifestantes en todo el país vestían ropas amarillas y verdes, colores de la bandera brasileña, y no llevaban distintivos de partidos políticos.
En Brasilia unas 50.000 personas marcharon de forma pacífica hasta las inmediaciones del Congreso, que fue acordonado por la policía para evitar que, como ocurrió durante las protestas de junio de 2013, la población se subiera a las cúpulas de la sede legislativa.
Los principales líderes de la oposición no participaron en las marchas, aunque en los últimos días sí dieron su apoyo expreso a las protestas, vistas con recelo por el Gobierno por los pedidos expresos de que se inicie un juicio político a Rousseff con miras a su destitución.
El excandidato presidencial Aécio Neves, que no salió a la calle, difundió un mensaje a través de internet en el que animó a los brasileños a 'no dispersarse' puesto que consideró que 'el camino solo está comenzando a ser andado'.
En las calles, los constantes gritos 'Fuera Dilma' y los reclamos a favor de la destitución de Rousseff, quien inició su segundo mandato hace apenas 74 días, el pasado 1 de enero, fueron frecuentes en todos los actos.
El punto común de todas las marchas fue el rechazo frontal a la corrupción, en especial del caso Petrobras, que los manifestantes achacaron en gran medida al Partido de los Trabajadores (PT), de Rousseff y del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, que tiene el poder desde 2003.