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A un día del comienzo del Mundial, la atención de autoridades y aficionados no sólo está puesta en los partidos, sino también en las protestas que pueden irrumpir durante el torneo y sobre todo en los pequeños grupos de manifestantes radicales que en varias ocasiones han conseguido empañar las marchas pacíficas.

En los últimos meses, diferentes grupos han amenazado con salir a las calles durante el Mundial, que comienza el jueves en Sao Paulo, para expresar su rechazo contra la organización del torneo y los elevados gastos de su celebración.

Protestas similares han sido realizadas desde inicios de año, aunque no han alcanzado la dimensión multitudinaria de junio del año pasado, cuando millones de personas salieron a las calles de forma espontánea durante la Copa Confederaciones para reclamar mejores servicios públicos, como transporte, sanidad y educación.

Tras sorprender al mundo, las protestas prosiguieron en los meses posteriores a la Copa Confederaciones y algunos grupos prometen que persistirán durante y después del Mundial.

A pesar de que la gran mayoría de los manifestantes ha demostrado una actitud pacífica, la actuación de pequeños grupos radicales que han empleado la violencia durante las concentraciones ha conseguido acaparar la atención de los medios de comunicación nacionales e internacionales, y empañar así las legítimas reivindicaciones.

Las imágenes de enfrentamientos entre policías y manifestantes durante las protestas en Brasil han dado la vuelta al mundo en los últimos meses, lo que ha generado una gran preocupación fuera de las fronteras del país suramericano sobre la seguridad durante el evento.

Además de las manifestaciones contra el Mundial, en los últimos meses sindicatos y movimientos sociales, como el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo, han aprovechado la expectativa mediática generada en torno a la competición para rescatar históricas reivindicaciones.

Profesores, policías, Sin Techo, indígenas, entre otros, han organizado manifestaciones en las últimas semanas para captar la atención de las autoridades y poder negociar sus reivindicaciones laborales o sociales.

'Hay un conflicto social que nunca fue solucionado. Se trata de un país muy desigual, con intereses múltiples y que muchas veces chocan entre sí', dijo a Efe el sociólogo Emerson Ricardo Girardi, profesor de la universidad brasileña FAAP.

'En un momento como el actual, en el que las informaciones fluyen rápido, los conflictos son cada vez más evidentes. Las manifestaciones revelan ese contraste cada vez mas perceptible por la sociedad brasileña', añadió.

A pesar de las reiteradas protestas, los brasileños y extranjeros que viven en el gigante latinoamericano han aprendido a convivir con ellas y consideran, en la mayoría de casos, que no suponen un problema de seguridad.

'Las manifestaciones no me preocupan porque suelen concentrarse en zonas específicas de la ciudad fácilmente evitables', aseguró a Efe el arquitecto español Jesús Díaz, quien vive en Sao Paulo desde hace más de dos años.

Tras llegar a acuerdos con diferentes colectivos, el Gobierno espera menores manifestaciones, pero la gran preocupación ahora son las huelgas con las que diferentes sindicatos quieren aprovechar la inminencia del Mundial para fortalecer sus reivindicaciones.

En las últimas semanas se registraron huelgas de conductores de autobuses públicos en las principales ciudades del país, en tanto que el metro de Sao Paulo estuvo paralizado por cinco días y los sindicalistas amenazan con cruzar los brazos de nuevo a partir del día inaugural del Mundial. EFE