La primera noticia que tuve sobre Alex García Esguerra, el artista, me la dio una larga nota, entusiasta, delirante casi, consagratoria en todo caso, que escribió alguna vez Julio Roca Baena sobre unos cuadros suyos que exhibió en una galería de Barranquilla. Tratándose de quien se trataba, una pluma extraordinaria, sin duda, enseguida quedé intrigado en conocer la obra de este pintor que yo no conocía todavía en esos años de mis primeros acercamientos a la vida cultural de la ciudad.
Después he tenido en varias ocasiones la oportunidad de conocer su proceso creativo en su taller, de conversar largamente sobre su oficio, y de escribir notas sobre un par de trabajos suyos que me han interesado. Uno de ellos, el gran cuadro que el pintor hiciera en homenaje a nuestro amigo asesinado Alfredo Correa D’Andreis y que a mí se me antojó re-titular como La muerte del caimán sentipensante.
En estos días de pandemia y desazón he vuelto a su taller, esta vez para tener el privilegio de ver, antes que todo público, el contenido de una pequeña pero poderosa exhibición privada que está preparando y que yo no dudaría en llamar: Seis cuadros con una salvedad.
Se trata de seis obras que hablan de álgidos problemas del mundo de hoy:
La primera de ellas es la titulada Núcleo, una obra de 2.20 x 90 mts., acrílico sobre lienzo, en la que, con ese habitual poder expresivo de sus gestos pictóricos, rápidos y soberbios, Alex García crea la representación de una suerte de doble movimiento, algo así como el impulso de dos fuerzas cósmicas, encarnadas en el azul y el terracota, de las que podría decirse que avanzan hacia un choque inevitable, y que se encuentran en la búsqueda de un centro, en el hallazgo de un núcleo, un punto, en el que deberían quedar solucionados sus problemas. Ese punto es el núcleo en el que esas fuerzas se juntan armónicamente para hacer posible la existencia sostenible del mundo. Una nueva relación entre el agua y la tierra. Hombre incluido.
La segunda obra se titula Planeta Tierra, con dimensiones de 2.10 x 1.20 mts., también en acrílico sobre lienzo, es una obra movida igualmente por una profunda vocación crítica acerca de las circunstancias que vive nuestro planeta. Aquí el artista enfrenta el desafío del lienzo enorme con el trazado circular, en la parte superior del cuadro, de una comba celeste congestionada por la terrible cultura destructiva de la contaminación de las aguas y del aire, la lluvia ácida, la quema de los bosques y el calentamiento global, mostrando un caos que, si bien no borra del todo del horizonte la expectativa de un atardecer promisorio, es decir, el sueño de unos tiempos en paz con el planeta, también es cierto que es una aspiración de la humanidad para la que el hombre y la mujer de hoy resultan demasiado pequeños, casi insignificantes, ante la dimensión del desafío. Y así lo representa con la silueta microscópica de un hombre y una mujer prácticamente invisibles en el cuadro.
La tercera obra es la que constituye la salvedad de esta muestra. Y lo es porque, aunque sigue la tendencia temática de fuerte intención crítica de lo ecológico y lo humano del mundo contemporáneo, utiliza medios formales y conceptuales completamente en las antípodas de esa estética expresiva característica del artista, para asumir un giro esencialmente minimalista, elemental en su expresión pero profundo y complejo en su significación. Es un troquel de una silueta humana, elemental en su diseño, en un lienzo de pequeño formato, 0.40 x 0.40 cms., titulado Frágil, que constituye una rareza en los formatos habituales del artista.
Y para ampliar su comprensión, acudo a una glosa que escribiera sobre este trabajo la periodista y escritora Lola Salcedo Castañeda, pocos días antes de morir: 'Frágil es la visión del ser humano asolado por la pandemia, apenas sostenida su humanidad por hilos que salen del mismo lienzo, sin cosido, y prueban la gran capacidad de Alex García, pintor de grandes formatos, de adaptarse y expresarse en un espacio microscópico, en relación a los tamaños que siempre ha manejado. El punto cumbre, es la habilidad para sacar pequeños hilos del mismo lienzo y mostrarnos así lo frágiles que somos.'
La cuarta obra sigue también la línea de las preocupaciones temáticas de esta muestra y está expresada en la técnica del acrílico sobre un lienzo de 2.40 x 1.30 mts., titulada Mundo marino. Es la representación de un mar sin sol, sin horizontes, en compleja y absoluta agitación de azules, blancos, negros y grises en el que el fuerte movimiento de olas filosas y agresivas parecieran reflejar la angustia de un banco de peces en un mar en peligro. Podemos tener inclusive la impresión de que al lado derecho del cuadro un enorme atún salta para mostrar una dramática mueca de dolor o rabia que nos recuerda de algún modo el gesto angustioso del caballo del Guernica. De algún modo hay en ambos gestos la denuncia de una violenta circunstancia de exterminio.
La quinta obra de esta serie rompe la secuencia temática de lo ecológicamente crítico que significa la agresión contra la naturaleza en términos sociales, para introducir en este contexto el dolor individual del desamor y la ruptura como un hecho que atenta y rompe también la armonía de la naturaleza y el universo. En ese sentido, y siguiendo el sentido del título del poemario del maestro Héctor Rojas Herazo, el cuadro también podría llamarse 'Agresión de las formas contra el ángel', pero su título es precisamente El ocaso de un amor, y es un lienzo en acrílico de 1.30 x 1.30 mts., y en él, en una muy delicada solución abstracta, y cifrada casi, están simbolizados al parecer dos planos conflictuados: el azul plomizo, casi gris, que es el mar, abajo; y un blanco desleído y triste, que es el cielo, arriba, que entra con un gesto invasivo en el azul, desde una forma en negro que flota entre los dos planos como si fuera una isla contaminada que vierte una lluvia indeseada en el azul del mar.
La última obra de la serie es de una fuerza poética y estética extraordinaria. Hay algo de misterioso y gótico en ella que nos sobrecoge y emociona al mismo tiempo. El artista la ha titulado Dos almas en ascenso y ha sido creada en homenaje a Lola Salcedo Castañeda. Es un lienzo de 2.40 x 1.30 mts., y en él, el plano gris de todo el cuadro recibe la irrupción totalizante de un ente alado que empieza a despegar decidido, desplegando en todo el amplio ámbito del cuadro la fuerza de su vuelo. La ejecución magistral de los trazos con esa pincelada tan personal de Alex García le dan a las alas su carácter más impactante y expresivo, mientras en el cuerpo sólo hay leves formas sugeridas de un tronco que más pareciera el prediseño del pedestal en movimiento de una monumental escultura de bronce. Una obra de gran impacto visual en su contraste básico de los colores y un resultado que ciertamente nos mueve las ideas y la sensibilidad.