Carlos Andrés Villa se retiró de la música en 2012. Antes de ese año su talento estaba orientado hacia el acordeón, la guitarra y el piano, una faceta que de a poco se fue convirtiendo en el motor que impulsó su destino en la actuación.
Su primera oportunidad en la televisión se dio en la producción de Oye bonita, en 2008, una experiencia que le abrió paso hacia un camino promisorio. Luego llegaron novelas como Rafael Orozco, el ídolo, en la que interpretó al personaje inspirado en Israel Romero; después llegó al elenco de La Cacica, en la que tomó las vestiduras del acordeonero Colacho Mendoza. Posteriormente personificó al maestro Rafael Escalona en el proyecto de Aníbal ‘Sensación’ Velásquez hasta llegar a su participación más reciente en el reparto de la novela inspirada en la vida del artista ya fallecido Martín Elías, El hijo del Cacique. En esta asumió el papel de Romualdo Novoa, inspirado en el acordeonero Rolando Ochoa.
El samario, de 34 años, hace este repaso por cada uno de sus personajes interiorizando el hecho de que ha tenido 'el privilegio' de representar las experiencias y la vida de algunos íconos de la cultura vallenata.
'Me da mucha satisfacción y me genera sentimientos encontrados haber obtenido todos esos papeles porque vengo de una familia muy musical, el maestro Abel Antonio Villa era el hermano de mi abuelo y Beto Villa es mi tío, así que de niño tuve esa cercanía al folclor. Además, me gustaba el programa de televisión Estelares del vallenato, en el que veía a muchos maestros que terminaban siendo muy allegados a la familia. Hay una conexión fuerte y misteriosa en todo esto, pero que me llena de orgullo'.
Sobre su personaje de Romualdo dice que ha sido el que más le ha costado. Esa dificultad se dio debido a que, cuenta, conoció de cerca a Martín, con quien sostuvo una amistad y quien fue el primer cantante que le dio la oportunidad de hacer parte de un grupo.
'Cuando vivía en Medellín me encontraba estudiando Ingeniería de Sonidos y en ese tiempo, durante siete meses, Martín frecuentaba la ciudad y yo me dedicaba a ser su acordeonero. Tuvimos una amistad muy bonita, así que haber tenido de cerca a su personaje en una producción me llevó a recordarlo y me generó muchas emociones. Ni hablar de la escena del accidente en el que muere, yo lloré con facilidad (...) Puedo decir que todas las escenas me costaron mucho porque a Martín lo sigo queriendo'.
Agrega que haber representado a Rolando Ochoa, quien fue importante en el momento cumbre de la carrera artística de Martín le significó orgullo. Admite que es un artista que conoce y admira desde sus inicios, pues ha consolidado una carrera exitosa de la que se considera seguidor. Admira su profesionalismo y talento a la hora de producir y hacer música, además del 'perrenque' que muestra a la hora de aterrizar cualquier proyecto musical.
Asegura que con respeto, responsabilidad y cariño se divirtió y se sintió honrado al representar su papel porque para él hoy día 'Rolando está en la línea de los maestros'. En la construcción del personaje siempre tuvo claro no rayar en la imitación y sí reflejar todo aquello que conocía de Rolando.
Sobre la producción, que ha despertado las críticas de muchos colombianos, destaca que el público debe entender que historias como El hijo del Cacique son ficción, aunque sean basadas o inspiradas en la vida de alguien.