El hornear galletas en casa pasó de ser el pasatiempo de Vanessa Jadad Tamer a convertirse en un negocio familiar. La crisis sanitaria por el coronavirus que se inició en 2020 la llevó a vivir momentos angustiantes con su familia, ya que su papá, quien es odontólogo, se vio afectado por el cierre de los consultorios odontológicos y los restaurantes que poseía.
Sin embargo, en medio de la tempestad, decidieron como familia mantenerse unida ante la situación que enfrentaban y realizar planes caseros en los que principalmente estaba cocinar, actividad que disfruta mucho la joven barranquillera.
Vanesa siempre ha estado envuelta en el mundo gastronómico. Desde niña, cuenta, ha desarrollado su gusto por la cocina pero sobre todo por las galletas, su postre favorito.
'Tenía muchos años probando recetas y en la primera semana de pandemia hice una y me quedó tan rica que le dije a mis amigas — ¿será que las vendo?—me dijeron que sí y ahí empecé con el voz a voz'.
A partir de ese momento entre amigos, familiares y conocidos las galletas de Vanessa fueron siendo conocidas por otras personas, lo que se convirtió en el impulso para que decidiera establecer su propia marca.
'Las personas me empezaron a escribir a mi Instagram y a pedirme. Cuando vi que ya no vendía ni cinco ni diez galletas sino que eran muchas más, decidí crear una marca y así nació braun, algo que no fue buscado'.
Con el crecimiento de braun y en medio del confinamiento, la familia Jadad Tamer colocó todo su empeño en ayudar a que este emprendimiento tomara más fuerza, por eso, desde el más adulto hasta la más pequeña, todos tienen un papel fundamental en la preparación de las galletas.
'Todo fue creciendo en la casa, mi papá cortaba el bocadillo, mi mamá me ayudaba hacer la receta y mi hermanita de 12 años me ayudaba a pesar los ingredientes. Todos teníamos una función. Mi familia ha sido mi motor, es imposible decir que hice esto sola y por eso les agradezco a todos los que han estado para braun, a mis amigos y clientes', dice Vanessa.
Además de contar con su familia la joven también tiene el apoyo en la cocina de Sol y ‘Ñaña’, dos mujeres que la han ayudado en todo el proceso, pues han estado junto a su familia por mucho tiempo y además son las encargadas de alegrar las jornadas de producción que pueden durar entre cinco y seis horas.
Con la formalización de la marca, la casa le empezó a quedar pequeña a la joven con raíces árabes-libanesas, pues cada espacio estaba 'invadido por cajas y la cocina estaba solo en función de las galletas'. Esto la llevó a que en enero de este año se mudara a un espacio para seguir con su idea negocio.
'Llegó un momento que me dio pena con los vecinos porque eran muchos domiciliarios en portería, yo estaba en un piso nueve y era un poquito incómodo. Encontré la oportunidad de mudarme a una cocina y desde que lo hice me ha permitido seguir creciendo mucho más'.