Jorge Camilo García ha recorrido el mundo como médico de aviones ambulancias. Su amor por la aviación comenzó desde que era un niño de seis años y veía los aviones despegar desde la antigua terraza del aeropuerto Ernesto Cortissoz, en Barranquilla. Tanta era su pasión por la profesión que le pidió a su papá un simulador de vuelo y dedicó sus tardes a jugar en él hasta que se graduó del colegio.
Recuerda que la primera vez que montó en un avión fue con destino a Cali desde Barranquilla. 'En ese momento se podía pedir entrar a la cabina del piloto y le pregunté a la azafata si podía hacerlo, el capitán aceptó y en pleno vuelo empezó a explicarme todas las cosas y botones. Me volví loco con tanto y quedé maravillado'.
Pero no estudió aviación. El barranquillero explica que fue porque se graduó a los 15 años y era muy joven todavía. Finalmente se decidió por Medicina, su segunda opción y profesión que también le interesaba. Se formó como médico en la Universidad San Martín, en Barranquilla. Una vez con el cartón en mano, viajó a California (Estados Unidos) pues había encontrado la especialidad que le permitiría volver a los aviones: Medicina Aeroespacial.
'Sentí que había hecho realmente lo que quería hacer en mi vida. Una parte había decidido estudiar Medicina y había hecho cosas que me llenaban y, por otra parte, estaba volando que era lo que siempre había querido hacer desde niño. Era una emoción doble'.
Al terminarla regresó a Colombia y se instaló en Bogotá. Allí trabajó como director médico de Medical Fly y Río Sur, dos compañías de ambulancias aéreas que, según Jorge, 'son las más grandes' que hay en el país. Estando allí se enfrentó varias veces a la muerte. Una de las experiencias más duras que vivió la tuvo hace ocho años, mientras cubría el traslado de un paciente con destino a Bogotá desde Cúcuta.
'Se apagaron los dos motores del avión e íbamos a pique con el paciente. Me acuerdo que el piloto nos dice —doctores lo lamento, nos matamos—. Nunca había escuchado eso en mi vida y todo quedó en silencio. Vi salir sangre de la nariz de la enfermera y escuchar al piloto avisarle a la torre de control que estábamos cayendo. Nadie sabe cómo no nos chocamos, pero se logró prender un motor y así el capitán controló el avión y alcanzamos aterrizar nuevamente en el aeropuerto'.
Tras el accidente duró un tiempo sin volar porque así se lo pidieron sus papás. Tuvo un tiempo de reflexión ya que 'enfrentarse de frente a la muerte te marca'. Sin embargo, él sabía que lo retomaría porque 'cuando realmente te gusta algo ese miedo se va. Lo enfrentas porque te llena realmente el corazón'.