Desde los nueve años, Chabely Rada Maury sabe cómo preparar chocolates, galletas y tortas, entre otros postres. Aprendió por su madre, que también es repostera y que le heredó esa pasión.
Al principio, todo lo que hacía era empírico, guiada siempre por su mamá, luego fue mejorando con cursos cortos de repostería a los que se inscribía, generalmente, con sus hermanas. Fue a sus 19 años que profundizó sus conocimientos y técnicas en un curso de repostería básica en la Escuela Verde Oliva, en Barranquilla.
A pesar de su pasión, Chabely no tenía entre sus planes dedicarse de lleno a este negocio. Estudió Administración de Empresas y trabajaba como secretaria en una oficina de seguros de la ciudad. La repostería se redujo a un pasatiempo al que se dedicaba en sus ratos libres.
Empezó ofreciendo brownies personalizados con letras, pero no le gustó la experiencia y desistió.
'Cuando comenzamos a hacerlos fue terrible porque el brownie tocaba hornearlo, sacarlo, esperar que se enfriara y yo, en mi falta de conocimiento, a la hora de cortar las figuritas con el brownie caliente se partía todo, entonces yo trataba de armarlo, pero se despegaba. Eso fue un trauma para mí'.
No quiso emprender más. Sin embargo, un día decidió preparar fresas con chocolate para regalárselas a quien hoy día es su esposo. Fue él quien la impulsó a venderlas. Y así nació Sweet Art, una repostería que vendía fresas con chocolate a domicilio. Juntos crearon el logo y el nombre. Fue así como en una lluvia de ideas surgió el emprendimiento.
Sus primeros clientes fueron sus amigos y conocidos. Tuvo buena acogida y ya no solo llegaban a ella buscando fresas con chocolate, sino que le agregaban flores o arreglos, según las necesidades del cliente. Su 'pasatiempo' cada vez le demandaba más dedicación y recursos económicos.
Chabely trabajaba, estudiaba y atendía su emprendimiento. Ella hacía todo, los postres, la atención de pedidos y, junto a su esposo, Ronny Martínez, los entregaban.
'A los diez días de abrir, mi novio me dijo que le mandáramos un arreglo a Kimberly Reyes, ella hizo la pauta en Instagram y fue una locura porque después llegó Amor y Amistad y ese día hicimos como 60 pedidos. Yo lloraba del estrés, pero al final del día me sorprendió lo que vendimos y en ese momento realmente en Barranquilla no existía eso'.
No se atrevía a abrir un local hasta que un día, por señal divina, confío en su fe y se arriesgó.
'Yo estaba feliz con mi trabajo. Nunca imaginé que Sweet iba a ser mi proyecto de vida. Pero con el paso del tiempo me di cuenta que lo que ganaba en mi negocio multiplicaba mucho en comparación a mi trabajo y tomamos una decisión (...) La idea rondaba en mi cabeza y un día en oración Dios me dijo que tenía que hacerlo'.
Antes de abrir su local renunció a su trabajo. En 20 días organizó, decoró y pintó el lugar junto a su familia para recibir a los clientes. En 2016 abrieron sus puertas.
'Fuimos muy bendecidos desde el primer día. Yo publiqué que abriríamos en la mañana y ese día había clientes esperando para ingresar. Nosotros no sabíamos ni cómo atender, éramos muy nuevos en el tema, pero fue una bendición. Nos quedábamos cortos, pero de ahí todo fue crecimiento, poco a poco íbamos trabajando, invirtiendo y pagando las deudas, lo logramos en un mes'.
Su crecimiento fue tan rápido y notorio que tuvieron que ampliar su menú y le apostaron a la comida salada. Se fue expandiendo e industrializaron la cocina para volverla profesional, pero Chabely cuenta que la alegría no duró mucho, pues tuvieron que cerrar por inconvenientes al arrendar en una zona residencial.
En medio de ese proceso encontró otro local al norte de la ciudad. Fue en marzo de 2019 cuando reabrió sus puertas. Esta vez contrató a profesionales para la decoración y adecuación del lugar, meseros, cocineros y desarrolladores web para la parte digital. No tuvo más problemas y hasta la fecha funciona con normalidad.
Chabely también decidió formalizar su profesión y está estudiando Cocina Internacional. Es ella quien crea el menú y junto a sus empleados y familiares hacen una lluvia de ideas. Los nombres de sus platos los inspira 'en sus experiencias, recuerdos, personas y viajes'. Por eso, varios de estos llevan el nombre de algún familiar o momentos inolvidables, como la propuesta de matrimonio que recibió en Venecia (Italia).
La empresaria asegura que la clave de su éxito ha sido la constancia.
'Aunque me esté muriendo, esté brava, triste o las cosas no estén bien yo siempre voy a amar lo que hago. Lo amo tanto que creo que podría hacerlo toda mi vida'.
Su empresa ha crecido tanto que no solo venden comida. Se convirtió en una franquicia que cuenta con tres líneas: tienda de regalo, restaurante y repostería. A corto plazo espera abrir un punto en Cartagena (Bolívar) y uno nuevo en Barranquilla y seguir vendiendo más franquicias, como la que actualmente tienen en Santa Marta (Magdalena).