Desde que estaba pequeño Henry Alexander Ordoñez estuvo destinado por su padre a estudiar Medicina, pero 'el amor universitario' cambió sus planes. Como si fueran reglas del destino el joven se postuló para ser médico en tres universidades de Barranquilla, pero su puntaje Icfes solo le permitió ser admitido en la Universidad Metropolitana, en la que inició su primer y único semestre de Medicina porque un amor todo lo cambiaría.
Alex, como es mejor conocido profesionalmente y por sus amistades, recuerda que si hubiera podido entrar a las otras dos universidades en que se inscribió, hoy sería médico pero en su camino estaba dedicarse a otra rama de la salud.
'Haciendo el preuniversitario me relacioné con todos los estudiantes de diferentes facultades de la salud y ahí conocí una niña que me gustaba pero ella estudiaba Odontología. Cuando ya cada uno tomó su carrera, yo la veía todos los días, pero ella por allá y yo por acá, y un día me fui a preguntar si me podía pasar de carrera para quedar con ella. Me dijeron que sí y me pasé a estudiar odontología (risas)', recuerda.
Cambiarse de carrera no fue razón suficiente para que aquella chica se fijara en él, pues entre risas recuerda que nunca tuvieron más que una bonita amistad que al sol de hoy todavía conserva. Sin embargo, esa decisión tan radical se convirtió en su verdadero amor, pues con el paso de los días se fue enamorando de la Odontología.
'Nunca estuvo en mis planes ser odontólogo, fue algo que apareció de la noche a la mañana, ni un diente me llamaba la atención. Me gusta sí dibujar mucho, tenía un buen pulso, me llegué a inclinar por la Arquitectura pero como decían que yo era el médico de la familia, me fui para allá. Pero nunca pensé que ese talento del dibujo tuviera que ver con lo que ahora hago y disfruto mucho', afirma Alex.
Vivir solo desde los 17 años, al igual que estudiar Odontología no fue tarea fácil para Alex y menos en una ciudad que no era la suya. Recalca que le tocó pasar por momentos difíciles y vivir en diferentes pensiones y habitaciones con tal de no regresar a su ciudad natal, Bogotá, y seguir con su carrera.
'Yo no soy el odontólogo que viene de cuna de oro, que los papás le dieron todo, que le dieron una clínica, un consultorio, no fue así. Cuando iba a mitad de carrera mi papá tuvo problemas económicos, pero hizo el esfuerzo para sacarme adelante con las uñas. Cuando terminé la universidad yo vivía aquí solo y ellos se fueron a Bogotá y nunca me quise regresar para allá. La terquedad mía hizo que yo aquí pasara necesidades, pero ahí aprendí a independizarme y a trabajar desde que me gradué', recuerda el odontólogo.