En el mundo social y profesional, los modales en la mesas dicen mucho más que las palabras, reflejan respeto hacia los demás, comensales son una muestra de educación y consideración. Y aunque el plátano parezca un alimento sencillo de llevar y comer en cualquier lugar, en la mesa tiene sus propias reglas de etiqueta.
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Así lo explica la especialista María José Gómez y Verdú (@protocoloyetiqueta.es), autora del libro Protocolo POP: El manual definitivo del saber estar, quien recuerda que, aunque estemos acostumbrados a pelar el plátano con las manos, esa práctica está prohibida en un contexto formal.
“El plátano, cuando estamos sentados en la mesa, no se come con las manos, que es lo primero que has pensado, sino utilizando los cubiertos: el tenedor y el cuchillo”, asegura la experta.
Los pasos son claros, “Primero, quitaremos la parte superior, o lo que yo suelo llamar la cabeza, y la colocaremos en la parte de los descartes”, explica Gómez. Solo entonces llega el “momento de ir cortando trocito a trocito y disfrutando”, concluye.
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Más allá del protocolo, el plátano es uno de los frutos más consumidos en el mundo gracias a su sabor, versatilidad y beneficios nutricionales. Cada 100 gramos aportan unas 90 calorías y alrededor de 350 miligramos de potasio, mineral clave para la regulación de la presión arterial y el buen funcionamiento muscular.
La fruta también es rica en vitamina B6, esencial para la producción de neurotransmisores, y en vitamina C, fibras y antioxidantes. Por ello, se considera ideal para deportistas, ya que ayuda a reponer minerales tras el esfuerzo físico, prevenir calambres y recuperar energía de manera rápida.
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En cuanto a la digestión, el plátano maduro aporta pectinas y fibras solubles que favorecen el tránsito intestinal, mientras que su contenido de triptófano contribuye a mejorar el estado de ánimo y la calidad del descanso nocturno al estimular la producción de serotonina y melatonina.
Una fruta completa, nutritiva y versátil, que también tiene su protocolo en la mesa.