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Dos horas de camino. 72 kilómetros de una vía en la que 57 de ellos están pavimentados y el resto sin cemento. La carretera conduce al casco urbano del corregimiento de Palmor, en Ciénaga, Magdalena.

Pastor Varela conducía una camioneta pickup de llantas altas. Manejaba por la troncal de oriente (ruta 45) hasta el sector conocido como La Bodega para ingresar a un terreno empinado. Había partido desde Santa Marta. En el recorrido por la pavimentada hablaba poco. Estuvo oyendo vallenatos y rancheras reproducidos desde una memoria usb en el equipo de sonido del vehículo. «Ya verán lo bueno que se pondrá esto», sentenció el hombre mientras el vehículo ingresaba en la vía sin pavimentar.

El carro era parte de una caravana. Iba en el puesto 10 y a lo lejos, desde el interior del carro, se veía una opaca y extensa nube de polvorín. La pickup se inclinó hacia atrás y comenzó a subir por la pendiente descubierta. El polvo apenas dejaba ver el celaje de los carros que iban adelante.

«Esta misión es muy buena. Era lo que esperábamos desde hace tiempo», decía el hombre de 54 años, refriéndose a la visita que encabezaba el pasado martes el defensor del Pueblo, Carlos Negret, hacia el corregimiento.

Como si la subida le hubiera inyectado gasolina, Pastor se despachó a hablar. Bajó la música del reproductor y sentenció: «Esperemos que la vía la terminen pronto». Su acento era del interior del país, de Tolima, específicamente, pero decía ser costeño.

A lo largo de la subida obreros realizaban trabajos de pavimentación. Aseguró el hombre que los trabajos llevaban poco más 4 meses. «Queremos desarrollo, seguridad y mantener la paz que por 10 años hemos tenido», dijo.

Pastor guardó silencio, agarró el volante con fuerza e hizo una maniobra para intentar evitar que el vehículo cayera en un hueco, tras el percance el hombre retomó la charla y a modo de diagnóstico describió, a su criterio, la situación que padecen los 4.000 habitantes del corregimiento y sus 16 veredas.

«Palmor no quiere estar otra vez en medio de una guerra. Ya eso lo sufrimos y pagamos con nuestros familiares esas consecuencias», dijo, y tras un breve silencio recordó que hace 15
años paramilitares asesinaron a
dos de sus 8 hermanos: al menor de
17 y al mayor 40 años.

«Eso es muy duro. Yo no quiero recordar esos episodios. La guerrilla mató al papá de un líder ‹para› y sentenciaron que matarían a los primeros que llegaran a la tienda. De malas que mis hermanos fueron los que llegaron».

El hombre afirmó que en los últimos dos años la inseguridad y la reagrupación de bandas armadas en esos territorios son una realidad que no se puede ocultar.

«Esto se está volviendo a poner peligroso. Dicen que Los Rastrojos andan por las montañas. Y que también hay miembros del Eln. Hemos encontrado panfletos amenazantes donde dan órdenes de no salir de las casas y de una limpieza social», manifestó. 

El relato de Pastor ya estaba en conocimiento de la Defensoría del Pueblo, pues la entidad emitió el 30 de octubre del año pasado una alerta temprana que abarca los municipios de Ciénaga, Aracataca, Fundación, Zona Bananera y Santa Marta.

«El escenario de riesgo sobre el cual se advierte está configurado, en parte, por el contexto de amenaza que supone la presencia y accionar de grupos armados al margen de la ley, en disputa por el control territorial y el manejo de las dinámicas de ilegalidad relacionadas con el narcotráfico, fortalecidos ante la ausencia de las instituciones del Estado y la presencia inestable de la fuerza pública, especialmente en el área rural», enfatizó el documento de la entidad.

Las Autodefensas Gaitanistas de Colombia, antes aliadas de Los Pachenca, se disputan en la actualidad el control del territorio apoyados por grupos delincuenciales locales. Esa alerta, motivó al defensor del Pueblo junto con una misión humanitaria a visitar varias de las zonas de la Sierra Nevada de Santa Marta.