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Con su personalidad arrolladora y su desenvoltura, Ernest Hemingway (1899-1961) alardeaba de haber liberado el bar del hotel Ritz de París el 25 de agosto de 1944, pero esta supuesta hazaña es más una leyenda que una realidad histórica.

Sin embargo, hay algo –además de su aversión por los nazis– que no se puede cuestionar del premio Nobel de Literatura de 1954, y es su apego por este gran hotel en el que se hospedó a menudo antes de la guerra. «Cuando sueño con la vida después de la muerte, la acción siempre transcurre en el Ritz», dijo en una ocasión.

Hemingway participó en el desembarco de Normandía con el 22º regimiento de infantería de la IV División estadounidense. Como corresponsal de guerra para la revista «Collier's», siguió en junio y julio de 1944 a las tropas estadounidenses que avanzaban hacia París apoyando a la 2ª División blindada francesa.

El escritor no dudaba de nada, menos aún de sí mismo. Un resistente recuerda que a mediados de agosto cerca de la capital «sólo hablaba de esto: ser el primer estadounidense en París y liberar el Ritz».

Logró, por su nombre y con el respaldo del estado mayor del Tercer ejército (dirigido por el general Patton), una entrevista con el general Leclerc, comandante de la 2ª División blindada. Quería pedirle hombres para ir de inmediato a París a liberar el bar de su hotel favorito.

El general lo recibió con mucha frialdad y el escritor expresó durante mucho tiempo su extrañeza por este rechazo.

El 25 de agosto, vestido con el uniforme de corresponsal, con su fusil ametralladora y acompañado de un grupo de resistentes, llegó en jeep a la plaza Vendôme, donde está situado el Ritz.

Irrumpió en el establecimiento y anunció que venía a «liberar personalmente» al Ritz y su bar, requisado en junio de 1940 por los nazis y frecuentado ocasionalmente por algunos de sus dignatarios más notorios, como Hermann Goering o Joseph Goebbels.

El director del hotel, Claude Auzello, acudió a su encuentro. Hemingway le dijo: «¿Dónde están los alemanes? Vengo a liberar el Ritz». «Señor, se marcharon hace mucho tiempo. Y no lo puedo dejar entrar con un arma», le respondió Auzello.

Hemingway fue a dejarla en el jeep antes de regresar al bar, donde dejó una cuenta pendiente histórica de ¡51 Dry Martini!.