En países menos poblados que Colombia los servicios de televisión son libres, orientados y sostenidos por las mejores empresas comerciales industriales. Aquí a pesar de todas las solicitudes, no ha sido posible conseguir que el Ministerio de las Comunicaciones resuelva discutir en mesa redonda, en gabinete, la factibilidad de que nuevos «canales» reemplacen los actuales de «la pantalla chica», que a veces se tornan cansones, inexpresivos, tontos. Hace unos días el ministro de Educación dejó claro que «la televisión tenía que ser controlada por el Estado porque esta es educativa…». Creemos que no se trata de esto. La TV y la llamada ahora Inravisión pueden ser medios de cultura servidos por el estado… Pero esto no quiere decir que haya una televisión libre, pagada, sostenida, mejorada y ampliada si es posible por entidades privadas.
A raíz del último conflicto laboral surgido en Inravisión los televidentes quedaron sin este servicio por dos días. Se impuso el paro sobre la necesidad de un servicio público. Y quienes generalmente no tienen nada que hacer después de las siete de la noche, ya en casa, tuvieron que resignarse a permanecer quietos, inactivos, releyendo quizás a Corín Tellado. No había otra alternativa.
Pensemos que con la libertad de empresa en la rama de la televisión habría reformas fundamentales. Los programas serían mejor servidos y más diestramente presentables. La TV de hoy sigue siendo la misma de hace 10 años. Mientras en otras naciones menos desarrolladas que la nuestra ya hay televisión en colores, aquí estamos condenados a tenerla, pero la de 1970.
América, desde el norte hasta el estrecho de Magallanes, ha dado muestras de amplitud política, de libertad. El mundo a veces convulsionado de Europa nos mira como ejemplo. ¿Por qué, pues, no hay libertad en TV como la que vimos en la República de Costa Rica? Allá hay siete canales servidos por la empresa privada. Y qué canales. Novedosos, vivos, extraordinarios, fecundos, nada del bla, bla, bla de nuestras pantallas chicas. Y tres o cuatro sujetos patilludos, junto con una que otra vieja maquillada, que mantienen los mismos programas con las mismas figuras. Y de ahí nada más.
Con prensa y radio libres, con buenas revistas de todos los tiempos nos falta únicamente la libertad en la televisión. El país necesita una legislación completa en esa materia para que si alguna vez hay libertad, se fijen las sanciones para quienes traten de convertir ese medio de civilización de progreso en «escape» de sus actitudes vengativas. Más de 15 ministros han pasado por las comunicaciones sin que ninguno se haya atrevido a reorganizar la televisión. Dentro de esta hay más burocracia aberrante, sostenida por millones de colombianos que pagan religiosamente sus impuestos y nada más.
Dentro de poco obra un nuevo ministro de Comunicaciones ante la separación definitiva del doctor Botero, quien pasó al ministerio de la Política. Sería plausible que este nuevo ministro, el doctor Carvajal, y al parecer si era un hombre de ideas nuevas, resuelva redactar el proyecto de ley que señale el camino a seguir en materia de libertad para la TV.