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Cada año mueren casi un millón de personas por suicidio, según la OMS, y se estima que en 2020 representará el 2,4% de la carga global de morbilidad a nivel mundial. En Colombia, de acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en 2014 se reportaron 1.878 casos; cifra que va en aumento cada año. Una tendencia global que llevó a la OMS a reconocer al suicidio como problema prioritario de salud pública.

Pese a esto, la realidad muestra que en la mayoría de países es poca la relevancia que se le da a este fenómeno, que principalmente se aborda desde su incidencia en la salud. Sin embargo, detrás hay implicaciones económicas que pueden resultar costosas. Carolina Diartt, economista de Uninorte, realizó un trabajo de investigación donde estimó los costos económicos implicados en las muertes por lesión intencional autoinfligida en Barranquilla y su Área Metropolitana para el período 2010-2015.

Para determinar la pérdida económica por las muertes tempranas, Diartt se basó en el potencial de vida perdido suponiendo una esperanza de vida de 86 años con un periodo productivo de 65 años, es decir, supone que una persona que se suicidó a las 20 años dejó de producir para la economía durante por lo menos 45 años. De modo que para el periodo analizado (2010-2015), en Barranquilla y su área metropolitana se perdieron 7.162 años, que representan más de 123 mil millones de pesos de ingresos potenciales.

Estos años por muerte prematura equivalen a pérdidas de mano de obra para el aparato productivo y disminución en los ingresos generados, sin incluir las pérdidas sociales, como las familias que se pudieron haber conformado o las secuelas físicas y psicológicas que sufren las familias. También hay un costo por la pérdida de capital humano de estos jóvenes o adultos, que no completaron su ciclo estudiantil y no pudieron contribuir a la creación de conocimiento o generación empresarial.

Para Luz Alonso, profesora de Salud Pública de Uninorte, desde el punto de vista demográfico, las muertes por suicidio afectan la expectativa de vida poblacional y la tasa de dependencia. También propician crisis no normativas relacionadas con amplificación de problemas depresivos en las familias, haciendo crecer el ciclo del suicidio cuando se le mira desde el punto de vista del efecto en la población. Esto, en el panorama económico, pierde todo un potencial productivo que merma los índices de desarrollo.

'En pocas palabras, estos años de vida perdidos por suicidios en el Área Metropolitana de Barranquilla afectan considerablemente al producto interno bruto y las finanzas públicas departamentales, puesto que se concentran en los adultos en edades productivas', explica Diartt.

Problemática de salud pública. En la investigación de Diartt se observa que la mayoría de individuos suicidas en el AMB habían alcanzado un nivel educativo bajo o tenían un oficio que no requería un alto nivel de capacitación. También se identifica que las edades con mayor incidencia es a los 21 y 25 años (13 casos), 28 años (11 casos), 22, 26 y 49 años de edad (10 casos). Por rangos de edad, el fenómeno se concentra en el grupo de adultos jóvenes (de 20 a 39 años de edad).

La tasa de suicidio en 2014 para el Atlántico fue de 3,38 y en Barranquilla de 4,13. Para Rafael Tuesca, profesor de Salud Pública de Uninorte, estas tasas de suicidio están por debajo de la nacional, lo que facilita ahondar en su comportamiento y fortalecer estrategias para prevención y actuar de manera eficaz ante el intento suicida.

Al comparar con otros departamentos, por encima de Barranquilla se ubican: Quindío (6,2), Norte de Santander (6,0) Antioquia y Huila (5,6), Cundinamarca (5,0), Caldas (4,8) y las ciudades capitales: Cúcuta (6,47), Tunja (5,87), Santa Marta (5,5), Manizales (5,4).

Además del impacto social que representa el suicidio, hay un costo económico significativo que no debe ignorarse. Sin embargo, la prevención del suicidio no se ha abordado de forma adecuada debido a la falta de sensibilización sobre la dimensión de esta problemática.

Para Alonso, hay muchas alternativas para la prevención. Por ejemplo, se puede trabajar de manera colaborativa y aumentar los convenios de universidades con programas relacionados con salud mental y el sector empresa, así se podría conseguir mejores indicadores de costo/beneficio y de calidad de vida.

'En Colombia, hay que desarrollar más estudios que consideren la salud como una forma de capital imprescindible para el bienestar de una sociedad, puesto que su deterioro implica costos directos e indirectos para el individuo y su entorno', comenta Diartt.

Los más propensos. A nivel de países, la Organización Mundial de la Salud expone que en los de ingresos altos la relación hombre-mujer de suicidios es mucho mayor que en los países de ingresos medios y bajos: 3 hombres por cada mujer y 1,5 hombres por cada mujer, respectivamente. Para el AMB, las pérdidas en productividad son mayores en los hombres que en las mujeres, esto insinúa que los hombres son más propensos a incurrir en el suicidio.