Hace 15 años la Organización de las Naciones Unidas definió como uno de sus Objetivos de Desarrollo del Milenio la educación primaria universal, debido a su importancia para mejorar el nivel de vida de las personas. La meta está cerca de lograrse. Según estadísticas de la Unesco, al día de hoy la tasa de matrícula para niños en edad escolar primaria ronda los 92%. Sin embargo, aún el 15% de los niños se dedica a trabajar o combina la escuela y el trabajo.
En Colombia, de acuerdo con el Dane, la tasa de participación laboral de los niños entre 5 y 14 años es de 5,4%, y para la población de 15 a 17 años de 22,3%. Entre las principales razones para trabajar, el 38% de los niños argumenta que debe participar en las actividades familiares, el 35% dice que para tener su propio dinero y cerca de un 9% lo hace para con los gastos de la casa.
Desde el punto de vista económico, los niños que trabajan están expuestos a condiciones de mayor vulnerabilidad social, pues esto conlleva riesgos de fracaso y abandono escolar, de accidentes y enfermedades derivadas del trabajo y de privación de derechos y explotación.
Arantxa Iguarán, economista de Uninorte, en su proyecto de grado realizó una investigación donde analiza los determinantes del trabajo infantil y la asistencia escolar en Colombia. La principal conclusión es que las decisiones de trabajar y estudiar no son independientes, y reducir la primera incrementa la participación de los niños en el sistema educativo.
Pobreza e Ingresos. Ana Rita Russo, directora del programa Pisotón de Uninorte, señala que en Colombia, como en muchos otros países de América Latina, el trabajo infantil está asociado a la pobreza, especialmente en los hogares con menores niveles de ingreso y de educación, que viven en condiciones económicas desfavorables.
Precisamente, en su investigación Iguarán encontró que el ingreso es uno los determinantes del trabajo infantil y la asistencia escolar. Los niños de hogares pobres y de familias sin un jefe de hogar con educación formal son más propensos a comprometerse en el trabajo y tienen menos probabilidades de asistir a la escuela. Este hallazgo refuerza la hipótesis de que la pobreza es causa fundamental del trabajo infantil.
Aunque la asistencia a la escuela con su potencial para aumentar los ingresos futuros puede ser la opción más racional para los padres en el largo plazo, a corto plazo las necesidades de subsistencia de la familia pueden obligar a los padres a enviar a sus hijos al mercado de trabajo.
Otras causas. Pero el ingreso no es el único factor detrás del fenómeno. La edad y la localización también son clave. Según datos del Dane, se observa que a partir de los 12 años el porcentaje de los infantes que asiste a la escuela va disminuyendo. 'A partir de esta misma edad aumenta el porcentaje de los menores que trabajan', comenta Iguarán.
En Colombia, el 97% de los niños de 10 años asiste a la escuela y solo un 0,46% trabaja; el 85% de los jóvenes de 15 años o más estudia y más de un 3% labora. Además, poco más de un 10% de niños y jóvenes no realiza ninguna de las actividades.
La zona de residencia también influye sobre las decisiones de trabajar, especialmente en Colombia, donde hay un grave fenómeno de desplazamiento forzado que obliga a las familias, y a los niños, a abandonar sus actividades cotidianas.
'Este desplazamiento conlleva a interferir en la escolarización de los niños, pues aunque se da un porcentaje de niños trabajadores escolarizados, la mayoría termina desertando de la escuela por las arduas condiciones del trabajo infantil', comenta Russo.
¿Qué alternativas hay?.En la relación entre trabajo infantil y asistencia escolar se da una relación negativa entre los ingresos corrientes del niño y la acumulación de capital humano mediante la educación. Un niño que desempeña actividades productivas puede aumentar los ingresos actuales, pero seriamente minar su desarrollo del capital humano.
Los beneficios de una mayor educación incluye salarios más altos en la adultez, una menor dependencia de la asistencia social, el aumento del ahorro, una tasa de criminalidad reducida, aumento de la participación política, una tasa de fecundidad más baja, mejor salud y una mayor esperanza de vida. A nivel macroeconómico, el aumento de la productividad y un mayor ingreso de trabajadores educados tienden a promover el crecimiento económico.
A nivel internacional se ha probado que las transferencias monetarias dirigidas a las familias pobres son una herramienta eficaz en la lucha contra la pobreza. Las transferencias en efectivo pueden elevar los ingresos de los hogares pobres por encima del nivel de subsistencia, lo que reduce la necesidad de apoyarse en el trabajo infantil y aumenta la probabilidad de que los niños asistan a la escuela. 'Es importante entender que la falta de educación en el presente puede señalar el camino a la pobreza en el futuro', argumenta Russo.
Análisis por género
En Colombia se puede apreciar que aunque casi el mismo porcentaje de hombres y mujeres se dedica a estudiar, los hombres (4,73%) son más propensos al trabajo infantil que las mujeres (1,63%). Sin embargo, según la OIT, muchas niñas empleadas llevan a cabo trabajos semejantes a los desempeñados por los niños, habitualmente en las peores formas de trabajo infantil y en situaciones de trabajo oculto.