Tiburón, la mítica película de Spielberg, no sólo fue un éxito de taquilla y la ópera prima de un genio del cine. Fue también un hito que marcaría para siempre toda una industria. A partir de este modelo el negocio del cine cambió para definir el blockbuster. Grandes presupuestos, distribución masiva, estreno simultáneo, fuerte publicidad y un casting vendedor.
Hoy día esta estrategia se renueva con una estandarización del contenido concretada en la producción de sagas de cómics, adaptaciones de cuentos o de bestsellers para un público joven. Escapan a esta lógica aquellas producciones llamadas 'independientes'. Películas que ganan premios, seducen a la crítica y encantan por la profundidad de su contenido, pero que, en general, llegan lejos en el gusto de unos pocos.
La lista de nominados a los Óscar refleja esta realidad. Mientras que la favorita Boyhood ha recaudado US$25 millones de taquilla en EEUU, la prometedora pero poco nominada Interestelar ha recaudado más de 180 millones. La primera, película independiente con un presupuesto de solo US$4 millones, conquista el favor de la Academia. La segunda, poderoso blockbuster de 165 millones, conquista al público. Esto último es lo que finalmente interesa a la industria.
Algunos analistas encuentran en la teoría de portafolio modelos de explicación de la estrategia al interior de esta industria. Una película, o mejor, un blockbuster es un componente de un portafolio de producciones donde el estudio de cine busca diluir el riesgo inherente a cada proyecto. Esta diversificación de la inversión en 'interno' busca estabilizar las pérdidas y asegurar las ganancias. Es una estrategia que alimenta los réditos de la industria y asegura las barreras de entrada de nuevos actores. Los grandes estudios no solo cosechan los frutos de un negocio que han modelado sino que imponen las reglas para el futuro.
Es el caso de la actual transición del formato análogo al digital. Los grandes estudios dieron la señal en 2009 con Avatar, la primera película producida totalmente en este formato. Anunciaron al mundo del cine (productores, distribuidores y exhibidores) las nuevas normas de la industria que ellos mismos crearon a la medida de sus modelos de negocio.
A largo plazo, se estima que esta transición les ahorrará US$1 billón al año en costos de edición, copiado, distribución y almacenamiento. Una revolución que no solo cambia la manera como funciona una industria, que no ha experimentado mayores transformaciones desde el cine sonoro, si no que consolidará el poder de los grandes estudios sobre los sueños y las fantasías de nuestro tiempo.
Si bien Boyhood y Birdman quedarán en la historia como lo mejor de Hollywood en 2014, estas obras no permiten entender la lógica detrás del negocio. Tal vez la clave del misterio se encuentra en la mecánica de Transformers o en El planeta de los simios.