Solo uno creyó hasta el final. Solo uno jamás bajó los brazos. Solo uno pidió apoyo, respaldo, acompañamiento y tuvo fe cuando todos daban a Junior por muerto. Ese fue Santiago Andrés Mele Castañero.
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Esa inquebrantable fe del arquero uruguayo impulsó a los rojiblancos en esos últimos minutos del partido, cuando el ‘fantasma’ de la eliminación rondaba las tribunas del ‘Metro’.
El empate 2-2 acababa con las aspiraciones de Junior de llegar a una nueva final. El gol del paraguayo Gustavo Ramírez noqueó no solo a los jugadores en el campo sino a las 7.849 almas que no se bajaron del barco y asistieron ayer al ‘Coloso de la Ciudadela’ para respaldar al ‘Tiburón’.
Cuando el cabezazo de Ramírez perforó el arco rojiblanco, el ‘Metro’ quedó en silencio. En el campo la imagen era dramática. Jugadores cabizbajos, tirados en el gramado lamentándose, otros reclamándose entre sí y una minoría con la mirada perdida en el horizonte, buscando respuestas a lo acontecido.
En medio de todos, apareció la figura de Santiago Mele. El charrúa caminó hasta tres cuartos de cancha gritando y levantando sus brazos, pidiendo apoyo a la hinchada y un último esfuerzo a sus compañeros, porque aún quedaban cuatro minutos para los 90 reglamentarios y la reposición, que finalmente fue de cinco minutos.
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La arenga hizo eco. Si bien Junior no fue una tromba en esos últimos minutos —físicamente no les daba para hacerlo—, sí dio un último esfuerzo buscando la salvación en medio de las cenizas de una eliminación cantada.
En la última acción del juego, Junior se jugó la vida. Tiro de esquina. Yairo Moreno va al cobro. Mientras el mediocampista antioqueño caminaba lentamente al banderín, Mele sale de su arco, impulsado también por la gente, a buscar lo impensable, ese gol salvador que reviviera a Junior.
Yairo lanza la pelota al centro del área, Mele se quita la marca, se levanta en medio de todos y saca un cabezazo que supera al arquero y es despejado en la línea de gol, cuando ya ‘el Metro’ cantaba la anotación. El rebote lo toma Emanuel Olivera, que termina empujando el balón —también de golpe de cabeza—, en medio de la mirada incrédula de los jugadores del Tolima.
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El estallido se escuchó en toda la ciudad. Mele corrió a celebrar como si esa pelota que cabeceó hubiese entrado y el Metro enloqueció. Fue una celebración única, enmarcada por esa frase que se escuchó en la boca de muchos aficionados: “a Junior tienes que matarlo”.
La fe de Santiago Mele impulsó todo. El uruguayo apeló a esa garra que a los uruguayos les sobra y a nosotros tanta falta nos hace para impulsar a un Junior que ganó y sigue soñando con ‘la undécima’.