Reina el conformismo. Impera la mediocridad. Jugando de forma estéril y sin ambición, Junior sucumbió 1-0 ante un manso Deportivo Pasto, que no ganó por una diferencia de goles más abultada por las atajadas de Santiago Mele, el único que se salva de una nueva actuación decepcionante de los dirigidos por Arturo Reyes.
Con la herida de la eliminación de la Copa Libertadores todavía abierta, a pesar de la victoria de visitante 1-0 ante Tolima, los ‘Tiburones’ debían salir a tragarse la cancha con la intención de conquistar otra victoria para cicatrizar lo que dejó el duro golpe ante Colo Colo. Sanar para ganar era la idea, por lo menos en la cabeza de los hinchas, pero los jugadores rojiblancos volvieron a desilusionar. Una vez más. Se han vuelto especialistas en eso. Son reyes de la irregularidad, de la decepción.
Un gol de penalti de Daniel Moreno a los 69 minutos, por una mano de Howell Mena, marcó la diferencia.
La primera etapa fue buenísima… buenísima para el insomnio. Una cita con Morfeo. Se puede resumir así: Zzzz… Zzzz… Zzzz.
Deportivo Pasto y Junior generaron más bostezos que emociones. Una atajadota de Santiago Mele ante remate de Gustavo Torres, tras una garrafal pifia de Rafael Pérez tratando de rechazar de cabeza un balón fácil, fue lo más destacado en el período inicial.
El local dejaba en evidencia porque llegaba a este juego en el puesto 17 y con solo cuatro puntos de 15 posibles (un triunfo, un empate y tres derrotas). No explotó la altura ni impuso condiciones ante un ‘Tiburón’ pasivo, conforme y cómodo con el 0-0, sin hambre, sin determinación para ir en busca de los tres puntos.
Un par de remates en los primeros minutos, uno de Roberto Hinojoza, ante unos guantes jabonosos de Diego Martínez, y otro de Léider Berrío, con un estilo poco ortodoxo, fueron las únicas aproximaciones rojiblancas.
Se presentaron más interrupciones y desaciertos que jugadas de peligro en las áreas. El duelo se hizo lento, monótono, tedioso, soso, desalentador. Tan frío como el clima de la capital nariñense.
En el segundo tiempo, el técnico anfitrión Gustavo Florentín movió el banco y su equipo mejoró en fútbol y en actitud. Cristian Arrieta ingresó por Cuenú y se ganó dinámica y profundidad en las bandas. Hubo un pellizco en el camerino y Pasto, con sus armas, empezó a atacar.
Junior, en cambio, siguió con una incomprensible paciencia y serenidad, feliz con su cero a cero en un partido con todas las posibilidades para ganar. Reyes no realizaba sustituciones, lo que hace suponer que le agradaba lo que veía.
Marco Pérez, Léider Berrío, Yimmi Chará, Yani Quintero… sobraban candidatos para salir, pero nada que despertaban en el banquillo. El DT samario hizo cuatro de sus modificaciones en la agonía del cotejo, ya con el marcador en contra, y sin un claro propósito ofensivo.
Estuvo más cercano el segundo pastuso que el empate juniorista, más allá de un remate demasiado alto de Chará al borde del área. Junior terminó confuso, desordenado, jugando a nada, totalmente improductivo, ratificando una vez más que después del título han sido los reyes de la irregularidad y la decepción.