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Una pertinaz llovizna le espanta clientes a Édgar Ospina. ‘El Puma’, como se autodenomina este tradicional vendedor de camisetas, banderas, gorros y otros elementos alusivos a los equipos vallecaucanos, especialmente Deportivo Cali y América, ve afectado el remate de la tarde en su comercio, que ha estado bastante movido desde que el cuadro escarlata clasificó a la final de la Liga Águila II.

'He vendido muchas camisetas, la gente está emocionada y soñando con el título del América, ahí vamos. Mirá, otro cliente', dijo Benítez a EL HERALDO antes de acercarse a una señora motorizada que pregunta por una camiseta blanca de los ‘Diablos Rojos’.

La gente se le acerca al ‘Puma’ en busca de accesorios rojos para alistar la pinta con la que vivirán la final y de boletas en reventa, pero los aficionados rugen cuando le mencionan los precios.

'Apenas le dije se fue corriendo', le comenta Édgar, muerto de risa, a un compañero.

Realmente, según dice Benítez, no tiene entradas para ingresar a la gran final. El papel increíblemente se agotó en menos de una hora, lo cual generó un montón de críticas, suspicacias y acusaciones a la directiva del América.

La hinchada no entiende cómo se consumieron tantas boletas en tan poco tiempo. Cómo suele ocurrir cuando hay un evento de tanto interés en Colombia y en cualquier parte del mundo, los revendedores quieren hacer su agosto y son los culpables del inconformismo.

'Ellos se quedaron con toda la boletería y la están vendiendo a unos precios como si fuera la final de la Champions entre Barcelona y Real Madrid, ois', dice un taxista hincha del Deportivo Cali al que le importa poco el resultado de la lucha por el título criollo. 

Lamentablemente en los días posteriores a la extinción de los tiquetes, comenzó una cacería de brujas en la que algunos barristas atacaron a varias personas que señalaban cómo revendedores en los alrededores del Pascual.

'Aquí agarraron a uno, le dieron una paliza y le quitaron las entradas', aseguró un joven con camiseta del América, que se encuentra en las afueras del coloso del barrio San Fernando acompañando a un amigo a comprar una casaca oficial en la Tienda del club.

En las esquinas aledañas al estadio caleño, en las redes sociales y en sitios web especializados en comercio de tiquetes como Stubhub, las boletas se encuentran a altos precios. Las de $27.000 se cotizan entre 190.000 y 200 mil peso. Y las de $70.000 se ofrecen $750.000 y $1.000.000. Precios de locura.

'Es muy difícil que alguien pague ese precio, sería mucha suerte', afirma un revendedor, que asegura que las entradas que están en su poder no alcanzan cifras tan elevadas.