En medio del calor barranquillero, donde el viento sopla como queriendo aliviar la ansiedad de quienes se preparan para representar a su país, Giselle Gabriela Morales Pérez camina tranquila. Tiene apenas quince años, pero habla con la seguridad de alguien que ha recorrido un largo camino.
Lo suyo es el ajedrez, un mundo de piezas en blanco y negro que empezó a construir cuando tenía siete años. Fue su tío, Luis Navas, quien le mostró por primera vez cómo se mueven las piezas. Él no era un jugador profesional, ni mucho menos, pero fue suficiente para encender en ella una chispa que hoy arde con fuerza.
Giselle vive en Cúcuta, en el norte del país, aunque representa a la Liga del Valle del Cauca. Su entrenamiento es virtual, y aunque la distancia geográfica la separa del equipo con el que compite, no parece haber ninguna brecha real entre su nivel y el de sus compañeros. Se nota cuando habla: con firmeza, con pasión, con una madurez inusual para alguien de su edad.
Está en décimo grado del colegio San Francisco de Sales., donde también se destaca en la parte académica. “Me va bien, siempre me mantengo en los primero puestos”, dice con convicción en diálogo con EL HERALDO.
“El ajedrez al principio no me gustaba mucho”, confiesa con una sonrisa honesta. “Perdía mucho. Era muy mala”. Pero la derrota no fue un freno. Al contrario. Desde los once años, cuando comenzó a ganar sus primeros torneos, se enganchó por completo. “Siempre fui muy competitiva”, dice. “Y esa sensación de ganar… eso me motivó”. Fue entonces cuando dejó de ser solo un juego. Se convirtió en un proyecto de vida. Y en una forma de encontrar su lugar en el mundo.

En la Olimpiada Mundial Juvenil sub-16, que arranca este sábado en Barranquilla, Giselle forma parte del equipo principal de Colombia. “Mis expectativas son claras: llegar al podio. Creo que todos los que estamos aquí somos los mejores del país y sé que haremos una gran representación”, asegura.
Su palmarés impresiona: tercera en un nacional sub-12 en Medellín, campeona nacional sub-14 y sub-18 en 2023, campeona sub-20 y sub-16 en 2024, entre muchos otros títulos. A nivel internacional, ha competido en Brasil, Paraguay y Panamá, donde ganó medallas en clásico, rápidas y Blitz. En Paraguay se llevó el primer lugar en Blitz y fue tercera en clásico. En el último Panamericano fue campeona en rápidas y ocupó el quinto lugar en Blitz. Una carrera en ascenso constante, construida sobre el esfuerzo, el estudio y esa voluntad de no rendirse nunca.
Su ídolo no es un campeón invicto, sino alguien que ha perdido más de una vez: Yan Nepómniashchi, el gran maestro ruso que ha sabido levantarse tras varias finales fallidas. “Él me inspira perseverancia”, dice Giselle. Y en su historia, esa palabra se repite como un eco. Perseverancia para mejorar. Perseverancia para seguir adelante a pesar de las derrotas. Perseverancia para competir en un deporte que, como ella misma reconoce, es difícil convertir en un modo de vida.

“No creo que vivir del ajedrez sea imposible, pero sí es muy difícil. Yo preferiría algo más seguro. Quiero estudiar una carrera”, explica. La astronomía es su sueño: “Desde chiquita me gusta ver las estrellas, la luna… y siento que el universo es como el ajedrez: algo que nunca se puede dominar del todo, que siempre tiene algo nuevo por descubrir”.
Cuando habla de su familia, menciona con cariño a su tío, su primera guía, y a su tía, quien buscó inscribirla en varios deportes antes de llegar al ajedrez. Intentó con gimnasia, incluso con baloncesto como su hermano, pero fue el ajedrez el que la conquistó. No por romanticismo, sino por lo que representa: un reto constante, una prueba de inteligencia, paciencia y estrategia. Algo que, como el cielo estrellado que tanto le gusta, no se agota nunca.
Ahora, en Barranquilla, Giselle se prepara para un nuevo desafío. Con la serenidad de quien ya ha vivido muchas partidas intensas y con la confianza de quien sabe que cada movimiento importa. “Colombia tiene un equipo fuerte, creo que vamos a hacer una gran representación”, dice. El calor de Barranquilla no le incomoda. “Es parecido a Cúcuta, aunque con más humedad, pero me encanta. Igual vamos a competir en un salón con aire”, afirma entre risas.
Aún le queda mucho por jugar, muchos tableros por recorrer, muchas estrellas por mirar. Pero si algo está claro es que, con cada movimiento, Giselle Gabriela Morales Pérez se gana su lugar entre las grandes promesas del ajedrez colombiano. Y lo hace sin alardes, con la humildad de quien sabe que todo lo que ha conseguido se debe a una sola cosa: nunca rendirse.