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El Mundial de Clubes, una apuesta casi personal del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y del mandatario estadounidense, Donald Trump, ha servido para poner a prueba la capacidad de Estados Unidos para organizar el Mundial de 2026 y ha puesto en relieve los desafíos pendientes de este país para elevar también allí al fútbol al rango de “deporte rey”.

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Infantino, responsable de la ampliación del torneo a 32 equipos y de su celebración cada cuatro años, ve en este campeonato, que se encuentra en su recta final, un ensayo clave para afianzar la posición de la FIFA en el mercado norteamericano, donde la NFL, la NBA y la MLB siguen pareciendo inalcanzables en términos de audiencias, patrocinio y cultura popular.

Por su parte, Trump no ha desaprovechado la oportunidad de vincular su nombre a un evento de alcance global.

El líder republicano ya ha confirmado su asistencia a la gran final del domingo entre el Chelsea y el PSG en el MetLife Stadium de Nueva Jersey y, según la prensa local, la FIFA abrirá una oficina temporal en la Trump Tower de Nueva York para promocionar el Mundial de 2026.

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La semifinal de este miércoles dejó fuera al Real Madrid, vigente campeón de Europa y gran favorito. El equipo blanco cayó con estrépito ante el París Saint-Germain (PSG) por 4-0 en un encuentro sin respuesta, marcado por el doblete del centrocampista español Fabián Ruiz y los goles del francés Ousmane Dembélé y el portugués Gonçalo Ramos.

El Chelsea, por su parte, venció 2-0 al Fluminense brasileño con un doblete de João Pedro y completó así la inédita final anglo-francesa que se disputará el domingo a las 15:00 hora local (19:00 GMT) ante unos 82.000 espectadores, aforo completo del MetLife Stadium.

El Mundial de Clubes, que hasta 2023 se jugaba con siete equipos y pasaba casi desapercibido para el gran público, ahora reparte más de 1.000 millones de dólares en premios y gastos de organización y el equipo que se corone campeón podría embolsarse hasta 125 millones.

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En cuanto a afluencia, la FIFA y el comité organizador celebran haber vendido casi el 95 % de las entradas de esta edición ampliada, con partidos en Nueva York, Miami, Houston y Los Ángeles.

Más de 1,3 millones de aficionados habrán pasado por los estadios al cierre de la final, con un impacto económico superior a los 600 millones de dólares solo en turismo, seguridad y logística, según estimaciones de la propia FIFA.

El Mundial de 2026, que organizarán EE.UU., México y Canadá, se perfila como la gran apuesta de la FIFA para cimentar definitivamente la expansión del fútbol en Norteamérica.

Sin embargo, persisten dudas sobre la estructura del calendario, la saturación de partidos y la disposición de los grandes clubes europeos a liberar a sus figuras para un torneo de verano que algunos sindicatos de futbolistas, como FIFPro, consideran excesivo.

La FIFA ha anunciado que el espectáculo de medio tiempo de la final correrá a cargo de estrellas como Doja Cat, Tems y J Balvin.

Se espera que el intermedio reúna cifras de audiencia cercanas a los 100 millones de espectadores a nivel mundial, reforzando la idea de que el fútbol no solo compite en el campo, sino también en la industria del entretenimiento.

Para muchos analistas, la gran incógnita tras el pitido final será si el entusiasmo de estos días se traduce en un seguimiento real y sostenido del fútbol de clubes en EE.UU..

La final del domingo, con dos gigantes europeos midiéndose por una bolsa millonaria, servirá como termómetro de la ambición de Infantino y del interés de Trump de capitalizar el fútbol como plataforma política.

El balón rodará una vez más para demostrar si la “apuesta americana”, esta “prueba logística y mediática” de la FIFA, según palabras de Infantino, está a la altura de sus promesas y de sus cuentas. El Chelsea y el PSG decidirán quién se corona como primer campeón de esta nueva era, mientras Estados Unidos se pone a prueba como anfitrión del deporte más popular del mundo.