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Endrick arrebató el protagonismo a la puesta de largo de Kylian Mbappé en el Santiago Bernabéu, el día que el Real Madrid no despejó las dudas con un 3-0 engañoso ante el Valladolid, gracias al hambre de su segunda unidad y tras un primer acto de bloqueo, del que alejó a balón parado Fede Valverde antes de que Brahim y el estreno goleador del joven delantero brasileño de 18 años, cambiasen el final del vigente campeón.

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En un segundo plano, con un protagonismo menor, aún sin minutos hasta el 86 del tercer partido de la temporada, Endrick enamoró al Bernabéu, que no tardó en corear su nombre. Le bastaron pocos minutos en el día de Mbappé para poner el acierto rematador que le faltó al tridente titular. Derribó con descaro la puerta de un estadio donde ya enamoró con la camiseta de Brasil.

El nombre más repetido en el arranque de temporada del Real Madrid, por encima incluso del deseado Mbappé, es el de Toni Kroos. Mal indicio. Será complicado ver a un Real Madrid más desacertado que el del primer acto en la puesta de largo en el Santiago Bernabéu. Estático, sin ideas, impreciso. Expresando todo lo que no debe hacer ante un rival bien posicionado como un Valladolid que tardó en sufrir.

Un recién ascendido lanzó un aviso en el Santiago Bernabéu simplemente con orden. Un rival mayor destroza la displicencia de un Real Madrid que apagó a conciencia la expectación generada en el primer día de Mbappé. La apatía del colectivo a punto estuvo de arruinar un día tan esperado por el francés, que no cesó de lanzar desmarques e intentarlo sobrado de la voluntad de la que otros carecieron.

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Olvidado el colectivo, basado en acciones individuales de poco recorrido. Con Vinícius extrañamente apagado, sin encarar ni una vez el marcaje de Luis Pérez, y Rodrygo haciendo la guerra por su cuenta. Aunque la raíz del momento de dificultad por el que transita este nuevo Real Madrid de Ancelotti radica en la medular. Tchouaméni improductivo en el mediocentro, Fede Valverde desacoplado a la función que asumía Kroos y Güler, la sorpresa de 'Carletto', tan voluntarioso como desacertado en la construcción.

El resultado fue un Real Madrid que de inicio no supo si jugar con balones en largo a los movimientos de Mbappé -el que mejor lo leyó fue Rüdiger y así Kylian enganchó una volea que sacó en dos tiempos Hein- o asociarse en corto. Para eso hacía falta movimiento y velocidad en la posesión. Un imposible en el bloqueo mental del primer acto, con más ritmo de pachanga veraniega bajo el calor de agosto de las cinco de la tarde.

Había introducido retoques a su once el uruguayo Paulo Pezzolano, pensado en un duelo directo entre semana ante el Leganés, y sus jugadores dieron la cara en el Bernabéu. Cómodos con zaga de cinco en fase defensiva. Sin dar nunca un paso adelante para no resucitar al Real Madrid dejando espacios. Mermó su poderío ofensivo. Apenas un derechazo cruzado de Machis cercano al poste de Courtois.

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El desajuste madridista nacía en la presión. A impulsos de Mbappé, con total desarmonía. Ancelotti mascaba su cabreo al ritmo del puñado de chicles que se le acababan en el bolsillo. En el atasco aparecía la desesperación plasmada en disparos lejanos a la nada de Tchouaméni primero, de Valverde después.

La bronca de 'Carletto' en el descanso mejoró en parte la falta fluidez en el juego y en todo la actitud. Tras el empate cedido en Mallorca, un segundo pinchazo del vigente campeón habría abierto un momento de duda inesperado en un arranque con rivales de menor exigencia. Sobre el papel porque el Real Madrid tuvo que sudar para superar al Valladolid y lo hizo a balón parado.

Emergió por ganas de agradar la figura de Güler, que no estaba dispuesto a dejar pasar la oportunidad por la ausencia de Jude Bellingham. Cuanto más se acercó al área rival, más mejoró sus prestaciones. Se topó con Hein en una acción que se repetiría hasta en varias ocasiones después de que Fede Valverde rompiese el partido.

De una falta a Vinícius en una de las pocas ocasiones que lo intentó, alejado de su importancia en los días en los que el Real Madrid no brilla y asume responsabilidad, nació el zapatazo de Valverde aliado con la fortuna por el toque en Juric que lo alejó del alcance del portero.

Era un momento de riesgo para el equipo de Pucela, la posibilidad de romperse si se estiraba y dejaba espacios para que Mbappé mostrase sus virtudes. Güler fue el que mejor lo entendió, merecedor del gol con sus llegadas, pero no se libró del susto habitual de cada partido Courtois, salvador del triunfo en una acción con salida rápida ante Meseguer, que se plantó libre de marca por un despiste de Carvajal.

Las pocas de las que dispondría el equipo de Pucela debía aprovecharlas o sumar sería un imposible. Raúl Moro, dinámico y hábil en cada acción, perdonó la segunda y Sylla, a diez minutos del final, el último desajuste madridista, cuando tardo en definir y Militao apretó en el último instante. La mejoría del brasileño es un consuelo para Ancelotti, acercándose a su verdadera identidad, y siendo clave en la sentencia.

Ya había sentado 'Carletto' a su tridente tras la primera conexión de mérito de Vinícius con Mbappé y un remate de tacón de fantasía que sacó Hein. 'Vini' seguía sorprendido al ver su número en el 85 para salir del campo. No tardó desde la otra punta su compatriota Militao para, con un pase largo, encontrar la calidad de Brahim para picar a la salida del portero.

Era el momento de los jugadores con hambre y a Endrick le sirvieron cuatro minutos finales más seis del añadido para mostrar que es letal. Condujo el contragolpe Brahim, le encontró al borde del área. Recorte de zurda y latigazo seco de diestra a la red. El Real Madrid ganó 3-0 en un mal día en la oficina.