Iga Swiatek ha logrado poner la tierra a sus pies. La polaca, ganadora de su tercer Roland Garros, su cuarto Grand Slam, afianza así su condición de mejor tenista del momento, con un juego muy completo que da sus mejores frutos sobre la arcilla.
A sus 22 años, la más joven tenista que acumula tres copas Suzanne Lenglen desde Moncia Seles, ha sabido ya hacerse un hueco en la leyenda en un circuito femenino caracterizado por la volatilidad. Swiatek es la primera jugadora que repite tres vitorias desde Serena Williams en 2015 y la primera que encadena dos triunfos desde la belga Justine Henin en 2006, dando por asentada una hegemonía que tardaba en aparecer.
La de Varsovia acumula 63 semanas como número 1 y 61 triunfos en Grand Slam por solo 13 derrotas, la primera que consigue tantas victorias en torneos grandes desde Williams, lo que le convierte en la figura a batir en todos los torneos que disputa.
Con los años, la joven admiradora de Rafa Nadal que aterrizó en 2020 algo atolondrada por la grandeza del torneo, se ha convertido en la gran figura del mismo, capaz de dominar todos los detalles.
'A medida que avanzan los partidos siento menos presión', aseguraba Swiatek antes de disputar las semifinales contra la brasileña Beatriz Haddad, sin saber que los dos últimos escalones serían los más comprometidos.
Porque la polaca todavía tiene algunos progresos que hacer en lo referente al control de sus emociones, como ella misma reconoce, una asignatura pendiente que viene de muy joven, cuando tras conquistar la final júnior de Wimbledon en 2018 descubrió muchos focos sobre su espalda.
Estudiar, entrenarse y competir al máximo nivel era demasiado para esta fan de AC/DC y de Pink Floyd, que suele saltar a la pista con los acordes del 'Welcome to the jungle' de Guns N' Roses.
GUERRERA SOBRE LA TIERRA
Cuando pisa la tierra batida, Swiatek se convierte en una guerrera capaz de combinar una gran fortaleza física con una enorme inteligencia táctica.
Así conquistó su primer Grand Slam en París, como su admirado Nadal, con 17 años cuando lo empezó y 18 cuando lo culminó, ya que cumple el 31 de mayo, en pleno torneo, tres días antes que el mallorquín.
El combate contra la presión dio cuenta de ella al año siguiente, cuando llegaba como gran favorita, tras haber ganado en Roma, pero se estrelló, con estrépito, en cuartos de final frente a la griega Maria Sakkari.
Lección aprendida al tercer intento, cuando aterrizó en París con una racha de victorias de récord (que finalmente detuvo en 37 cuando cayó en Wimbledon) para alzar su segundo trofeo sin temblar.
Tras conquistar en Estados Unidos su tercer Grand Slam, cayó en octavos contra la kazaja Elena Rybakina en el Abierto de Australia y llegó a Roland Garros con dudas, pero el contacto con la tierra batida de París reactivó su ambición.
Swiatek ha aprendido a convivir con la presión, lo que le convierte en una máquina de ganar.
Hija de un palista que disputo la final de remo en los Juegos Olímpicos de 1988, se dedicó al tenis con la ambición de ganar a su hermana, que fue la pionera de la familia con una raqueta en las manos.
Fanática de la navegación, fue junto con la excapitana Daria Abramowicz, convertida en psicóloga del deporte, con quien consiguió dominar sus nervios.
Muy discreta en lo referente a su vida privada, poco presente en las redes sociales para una jugadora de su edad, Swiatek ha roto su silencio para referirse a asuntos de la esfera internacional, como la guerra en Ucrania.
Tras criticar que las instancias del tenis se mostraran algo frías sobre el asunto, un lazo con los colores de ucrania adorna la gorra con la que salta a la pista en un mensaje claro de la líder del tenis mundial.