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El serbio Novak Djokovic, nueve veces campeón de la competición, y el griego Stefanos Tsitsipas, semifinalista en cuatro ocasiones, son los principales favoritos a levantar el trofeo Norman Brookes Challenge a orillas del río Yarra después de cuajar una serie de actuaciones, que por momentos han rozado la perfección tenística, ante un un público que tiñe las gradas con el folclore de sus respectivos países, a pesar de encontrarse a más de 13.000 kilómetros de casa.

'Las condiciones en este torneo son ideales para mi estilo de juego, particularmente cuando juego en el turno de noche', explicó Djokovic después de imponerse en la primera ronda al español Roberto Carballés ante unas gradas que recordaban más al estadio Rajto Mitic de Belgrado que a la mítica Rod Laver Arena.

El campeón de 22 grandes tuvo que posponer media hora su retirada al vestuario para realizar los estiramientos después de que tuviera que firmar autógrafos a un sinfín de aficionados de origen serbio que son ciudadanos australianos en su gran mayoría.

Del mismo modo ocurre con el fenómeno Tsitsipas, que se fundó oficialmente durante la edición de 2019, cuando el tenista heleno se impuso en un apretado choque a cuatro sets a Roger Federer, que defendía la corona obtenida el año anterior.

El hecho de que tanto Djokovic como Tsitsipas se sientan como en casa cada vez que saltan a una de las pistas de Melbourne Park se debe a los prolongados movimientos migratorios durante el siglo XX que acercaron tanto a serbios como a griegos a un país joven y ambicioso que se estableció como nación en 1901.

La comunidad de griegos en Melbourne constituye la población de habla griega más grande fuera del país heleno y Chipre; mientras que el Buró de Estadísticas Australiano publicó en el censo de 2016 que un total de 73.901 personas en Australia tenía descendencia serbia.

Serbios y griegos, con un marcado carácter gregario y pasional, acuden en masa a cada uno de los partidos de sus estrellas, que idolatran como si fueran auténticos dioses, para conformar una atmósfera más propia del anterior modelo de la Copa Davis que de un partido de Grand Slam.

Este fenómeno también se produce con los italianos, que representan un 3,3% de la población total de Australia aunque su presencia en Melbourne Park no tuvo tanta trascendencia como la griega o la serbia, en parte porque el tenista que más lejos llegó fue Jannik Sinner, que tropezó en una relativamente temprana cuarta ronda.

Los tenistas locales son los principales damnificados por este fenómeno demográfico, consecuencia de un país que fue formado hace poco más de cien años, al no contar con el respaldo que pueden tener los jugadores franceses en Roland Garros o los ingleses en Wimbledon.

La principal esperanza local, Alex De Miñaur (22), fue atropellado en los octavos de final por Djokovic ante una gran cantidad de aficionados que ondearon banderas serbias y animaron con insistencia al campeón de 22 títulos ‘major’ para apagar unos gritos de ánimo intermitentes dedicados al australiano mejor clasificado en la lista ATP.

Se trata de la antesala idónea para reunir por primera vez en la historia del torneo una final entre un griego y un serbio, dado que Djokovic y Tsitsipas no se encuentran en el mismo lado del cuadro. Una situación que pondría a las fuerzas de seguridad en alerta por el furor que puede desatar entre estas comunidades un evento de estas dimensiones.