Desde hace 91 años, desde el Aston Villa en 1931 (13 triunfos seguidos en casa), nadie había encadenado una racha de victorias como local en la 'Premier League' como la del Manchester City, ganador este sábado de su undécimo partido seguido en el estadio Etihad, por un agónico 2-1 contra el Fulham, al que venció en inferioridad numérica con un penalti a última hora que transformó Erling Haaland (2-1) para tomar el liderato y presionar al Arsenal en su duelo dominical contra el Chelsea.
Con suspense, en el minuto 95, con Bernd Leno a punto de pararle la pena máxima al reaparecido goleador noruego (había sido baja en los dos últimos choques por un golpe en el pie), por la imprudencia absurda de Antonee Robinson cuando derribó a Kevin de Bruyne dentro del área en un giro sobre sí mismo, el equipo de Pep Guardiola no sólo sobrevivió a todos los contratiempos, sino que los transformó en una reafirmación indudable, capaz de salirse con la suya en un partido tan comprometido que el 1-1 parecía ya inamovible.
El City ganó de penalti un partido alterado y empatado antes por su rival también desde los once metros: en el minuto 25, cuando todo parecía bajo su absoluto control, recién anulado el 2-0 por fuera de juego, de repente, sin nadie intuirlo, sin que el Fulham hubiera cruzado más allá de su medio campo de forma anecdótica, surgió una pena máxima de la nada, de un balón largo que ganó y gestionó perfectamente Carlos Vinicius con un pase a la carrera de Harry Wilson, que terminó por los suelos, derribado por la carga con el hombro de Joao Cancelo, en el límite de lo legal, como pareció a algunos, o de lo ilegal, como entendió el árbitro Darren England.