Raymond Álvarez se dio cuenta que ese espíritu competitivo de su hija Luna, de 12 años, no podía desaprovecharse. Lo intentó en el patinaje, pero dolencias musculares en rodillas la sacaron; pasó a la natación y no la convenció, a pesar que aprendió a dar brazadas y a perder el miedo a las piscinas profundas; preguntó por el rugby en un área del bulevar Buenavista y le dijeron que no había categorías menores.
'Luna tiene que cambiar de deporte. Le voy a comprar una bicicleta', dijo.
Las escuelas de formación de Patinaje de la Alcaldía de Barranquilla, en 2008, habían alineado la responsabilidad y la disciplina, valores que identificó Alan Alí Mercado, licenciado en Educación Física.
Hubo tardes en que Raymond y Luna hacían carreras para llegar a las prácticas del patinaje. Él llegaba a recibirla en la puerta del colegio la Sagrada Sabiduría en El Parque, Soledad, donde estudió hasta décimo grado, cambiarse los uniformes y salir en un bus hacia los entrenamientos.
'El programa de la escuela de formación era gratuito, pero había un alto compromiso, y Luna era una niña muy activa, diferente y con una chispa. Tenía una ‘tablet’ en la que observaba videos sobre el patinaje, y los aplicaba. A mí me sorprendía eso. Si hubiera seguido en el patinaje estaría en la Selección Colombia', recuerda Alan Mercado.
Por el patinaje llegó al club Mario Durán en el patinódromo de Bosque del Norte y donde entrenó con Kiara Vásquez, hoy la primera patinadora de Barranquilla en llegar a una Selección Colombia.
Mientras el papá de Raymond mantuvo la costumbre de consumir eventos deportivos por TV en su casa en el barrio El Parque, de Soledad, su hijo se asomó a la puerta de la casa y vio pasar a los niños Montes con su mamá. Son vecinos de los Álvarez y van montados en sus bicicletas, tienen uniformes y cascos de protección como los que usó Luna en el club Mario Durán.
'No quiero sorprenderla comprándole la bicicleta', analiza Raymond. 'Le voy a hablar del ciclismo. Me acuerdo que un día fui con mi papá a ver un evento'.
Unos días después, aprovechó que en su vehículo pasaron por el velódromo Rafael Vásquez, por la Circunvalar, y Raymond se lo señaló.
–Luna, vamos a entrenar ciclismo.
–Papá, yo no sé manejar.
–Ahí en el velódromo practican.
En casa, la serie de anime Yowamuchi Pedal, sobre ciclismo y superación, aguijoneó a Luna. Le rebajó eso que su papá dice de su hija: desde pequeña parecía una 'mica'. Inquieta y saltadora, y la puso arriba de un caballito de acero.
–Luna vamos al velódromo.
–Hoy no. Mañana.
El día llegó y en el velódromo conocieron del programa ‘Ciclismo al Parque’. Luna asistía tres días a la semana y aprendió a dar sus primeros pedalazos y ganar equilibrio. Hader Montes, presidente de la Liga de Ciclismo del Atlántico y padre de los niños vecinos, le dice a Raymond:
–Veo a tu hija y está bien entrenando. Tiene forma deportiva. Déjala.
Mientras Luna Álvarez daba una vuelta, se caía, se levantaba, subía y con otro giro a la pista, volvía a tocar el piso y se levantaba, el entrenador Ricardo Moreno también le puso los ojos. Su interés estaba en consolidar unos párvulos en el que solo había una niña, Marianis Salazar.
Con el final del programa ‘Ciclismo al Parque’, Raymond puso a su hija en manos de Ricardo Moreno.